Un año después de los disturbios en los suburbios musulmantes de París y de otras ciudades francesas, su enajenación continúa creciendo. Hace un año esta semana, los disturbios hicieron su irrupción en la mayoría de suburbios de las ciudades francesas, subrayando la enajenación de un subcultura que representa el 8 por ciento de la población del país, que ha sufrido de desempleo crónico y discriminación. Un año más tarde, ese apartheid – y la amenaza de la violencia que lo acompaña- parece haber empeorado, no sólo en Francia sino en otros países de Europa Occidental (Gran Bretaña y Alemania, por ejemplo).

La policía francesa está haciendo frente a lo que algunos denominan una intifada permanente en los vecindarios musulmanes, con casi 2.500 incidentes violentos registrados en los primeros seis meses del año. Algunos de éstos ahora toman la forma de emboscadas planeadas: una cuadrilla de jóvenes musulmanes obligó el pasado domingo a bajar a los pasajeros de un autobús, le prendieron fuego y después lanzaron piedras contra los bomberos que acudieron a apagarlo. Los musulmanes en Europa deberían ser invitados a integrarse en los países a donde han emigrado. Deberían respetar sus leyes y sus libertades. Los políticos deberían trabajar para desmontar las fronteras que separan a los musulmanes a través de la educación y del empleo.

Washington, 26-X-2006