VALLA CONTRA LOS 'ILEGALES' / Ecologistas, asociaciones de ayuda al inmigrante y tribus autóctonas rechazan la decisión / «Será imposible construir una barrera impenetrable», denuncia el portavoz de los Patrulleros de Fronteras
George W. Bush firma la ley que blindará 1.125 kilómetros de la frontera con México
El Mundo, 27-10-2006CARLOS FRESNEDA. Enviado especial
«Fronteras: cicatrices en la tierra…». La pintada es tan grande y tan blanca que reluce en plena noche en el siniestro muro de chapa que acuchilla los cerros de Nogales. Aquí ya saben lo que es estrellarse todos los días contra el metal. «Nos pusieron este muro de Berlín hace siete u ocho años y ahora parece que van a poner una valla en toda Arizona, como si nos tuvieran miedo…».
Iliana Contreras está esperando la ruta (el autobús) a los pies de esa cortina oxidada de cinco metros, con alambradas en lo alto, que parte en dos Nogales y le da a toda la ciudad un aire como de campo de concentración. «¿Sabes cómo hicieron esa valla tan fea? Con las planchas metálicas que usaron como pistas de aterrizaje en la Operación Tormenta del Desierto… Se han traído la guerra acá no más».
Iliana, 47, años, empleada de una farmacia de genéricos a pie de la frontera, recuerda con nostalgia los tiempos en que Nogales (Sonora) y Nogales (Arizona) eran realmente dos ciudades hermanas, «y conocías a los aduaneros y te dejaban pasar, y nos juntábamos las familias de los dos lados, y había una parada [desfile] del 4 de julio que saltaba de un lado a otro de manera natural».
«Ahora ya lo ves, necesitas mucha plata para tener una visa, las familias estamos divididas y nos quieren alejar cada vez más». Le preguntamos si nunca tuvo la tentación de vivir al otro lado. «Pasé allá un tiempo», confiesa. «Tengo unos tíos en Phoenix, pero me regresé porque tiró más el corazón. Ahorita que tengo dos hijos crecidos me lo pienso a veces, sobre todo por ellos. Pero ya es demasiado tarde».
Ayer, Bush firmó la ley que permite la construcción de un muro de 1.125 kilómetros que ocupará una tercera parte de la frontera con México y abrirá en canal el desierto, como una prolongación inapelable y metálica del anchuroso Río Grande. «Por desgracia, EEUU no ha estado en completo control de sus fronteras durante décadas y eso ha permitido que aumente la inmigración ilegal», dijo Bush en el momento de sellar la división. «Tenemos la responsabilidad de reforzar las leyes, y nos tomamos esta responsabilidad seriamente».
Lejos quedan sus declaraciones contra la construcción del muro, cuando la idea lanzada por los republicanos ultraconservadores parecía poco menos que un espejismo electoral. Pero se acerca el 7 – N, y hay que hacer concesiones, por mucho que el vecino se queje y amenace con llevar el asunto a la ONU.
La gobernadora de Arizona, Janet Napolitano, favorita con creces en los sondeos, prefiere mirar hacia otro lado, no vuelvan a salir de sus guaridas los minutemen (vigilantes) con el fusil en ristre. El candidato republicano, Len Munsil, aplaude y dice que muy bien, que hay que fortificar las 375 millas del desierto para evitar que se cuelen a diario 5.000 inmigrantes ilegales.
Al fin y al cabo Munsil es un moderado; mucho más temible era su rival en las primarias republicanas, Don Goldwater, miembro ilustre de los minutemen, que propuso la original idea de encerrar a los indocumentados en «campos de concentración» para que construyeran con sus propias manos el fatídico muro.
Nadie sabe a ciencia exacta qué aspecto tendrá el muro de Bush, aunque todo hace pensar que será más bien una doble valla metálica, como la que recorre ya más de 23 kilómetros por las lomas de Tijuana (el tortilla wall, lo llaman). Construirlo costará más de 2.000 millones de dólares, y el mantenimiento será un negocio multimillonario para los contratistas militares, que sacarán también tajada del muro virtual que va a levantar la Boeing.
Pero el muro puede enfrentarse a incontables obstáculos. Los grupos de ayuda a los inmigrantes y las asociaciones ecologistas planean llevar la decisión a los tribunales alegando razones humanitarias y de protección de la fauna local. Los rancheros de Texas y las tribus indias de Arizona han anunciado también su boicot. Y hasta la patrulla de fronteras ha puesto el grito en el cielo por lo que se avecina. «El muro sólo va a retrasar el salto un minuto o dos», denunció ayer T. J. Bonner, portavoz del Consejo Nacional de los Patrulleros de Fronteras. «Va a ser imposible constuir una barrera impenetrable en toda la frontera. La única manera de contener la avalancha es aumentando la vigilancia y el número de agentes».
Los agentes de la Border Patrol en Tucson también han expresado sus recelos. «Todas las noches rompen el muro por varios lados, y todos los días hay patrullas dedicadas por entero a arreglar los desperfectos», reconoce el agente, que prefiere no revelar su nombre. «¿Imaginas lo que puede ser esto a lo largo de 700 millas? Una pesadilla… No podríamos hacer otra cosa más que ponerle parches al muro».
Pero el ranchero Robert Greenway, 52 años, afiliado a los minutemen y con un terrenito en las inmediaciones de Sasabe, pone velas al cielo para que empiecen a construirlo cuanto antes. «Esto es ridículo», asegura. «Se supone que estamos en la zona más caliente de la frontera y mira lo que tenemos: una vallita que podría derribar una vaca de una sentada».
En Tucson, entre tanto, los miembros de la Coalición Derechos Humanos, la Alianza Indígena Sin Fronteras, los Samaritanos y No Más Muertes celebraron ayer, como todos los jueves, la vigilia en homenaje a los caídos en el desierto en el altar de El Tiradito. Este año van 205, y se calcula que más de 3.800 han perdido la vida desde 1995.
Oficia la ceremonia la combativa Isabel García, heroína local: «El muro y la militarización son una sentencia de muerte para los inmigrantes». Decenas de ellos, con sus mochilas en la espalda y el polvo aún reciente de la travesía, pululaban mientras por los alrededores de la iglesia presbiteriana de St. Mark, esperando una oportunidad que a veces llega.
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