LA ENTREVISTA CON ALAIN TOURAINE // NÚRIA NAVARRO|SOCIÓLOGO

"¡Hay que inventar los derechos culturales!"

El Periodico, 26-10-2006

ÚRIA NAVARRO

Este eminente sociólogo francés -inventor del término sociedad posindustrial- anuncia que, para salvar el abismo entre el mundo globalizado de la economía y el individuo, toca reinventarnos en términos culturales. Y en eso la mujer y el inmigrante tienen un papel crucial. Alain Touraine inauguró las jornadas Interacció’06, organizadas por la Diputació.

—¿Hay que cambiar la forma de pensar el mundo?
—¡Ya está ocurriendo! En los siglos XVII y XVIII, de Hobbes a Rousseau, se hablaba de la sociedad en términos políticos. A partir de mediados del siglo XIX, con la revolución industrial, empezamos a hacerlo en términos económico-sociales.

—¿Y ahora qué toca?
—Si durante dos siglos hemos construido nuestra experiencia personal y colectiva alrededor del concepto del trabajo, ahora el papel central lo ocupa la sexualidad.

—¿La sexualidad?
—En sentido amplio… Y las mujeres tienen el papel principal.

—¿Cómo de principal?
—Las mujeres, que siempre fueron subordinadas a la familia y a la colectividad, que no decían “yo” sino “nosotros”, quieren la posibilidad de decir “yo”, de construirse. Y junto a las mujeres, los homosexuales, las minorías… Hablamos de la relación con el otro, del reconocimiento, de la alteridad. Porque, ¿cuál es hoy el gran problema del mundo? Cómo vivir juntos iguales y diferentes.

—Eso se preguntan todos los políticos en esta campaña electoral…
—Pues hay que combinar el reconocimiento de las diferencias con una referencia común a unos principios universales. Yo soy favorable a que todos los grupos religiosos puedan organizar su culto y que las autoridades les den condiciones para participar en la vida pública. Pero…

—¿Pero?
—Más importante aún que la libertad de las iglesias es la libertad religiosa. Es decir, la libertad de cada individuo para entrar y salir de la religión, de casarse con quien quiera… Y ahí la cosa se complica.

—¿Diría sí a la enseñanza del islam en la escuela pública?
—Soy partidario de la enseñanza del hecho religioso, de modo que los jóvenes entiendan las obras de arte, cosa que no ocurre… Pero nada de propaganda. ¡Por encima de la comunidad está la ciudadanía! ¡La lucha contra el comunitarismo es como la lucha contra el leninismo!

—¿Dos totalitarismos?
—Sí. ¡Hay que inventar los derechos culturales! Derechos que permitan a cada uno vivir según su religión, a condición de que no se discuta la universalidad de los derechos del individuo. Si se ponen los derechos de una comunidad por encima, estamos en un campo de concentración.

—Hay quien opina que la ley de Dios es superior a la de los hombres.
—Al integrismo islamista yo le diría: “Si quieren vivir en un mundo totalmente islámico, aún debe de haber espacio en Arabia Saudí, pero si quieren vivir en España, en Francia, en Italia, deben respetar las leyes que fueron votadas por la mayoría”.

—Una mayoría que discrimina. Vuelven a saltar chispas en la banlieue.
—¡El Gobierno francés no ha hecho nada! Y, así, no solo se volverá a repetir el conflicto, sino que será más grave. En Francia vivimos un proceso de desintegración. Los jóvenes musulmanes, que son franceses, se ven rechazados. De modo que participan más en la vida de su comunidad. El 80% de los musulmanes de Francia siguen el Ramadán.

—¿Entonces? ¿Qué han hecho mal?
—El principal factor es el concepto que los franceses tienen de sí mismos. Se consideran como lo universal. El sistema francés produce la oposición entre colonizadores y colonizados, que son inferiores.

—¡Menuda sinceridad!
—Pues lo digo con tristeza, porque el gran factor de desintegración es la escuela pública. Pocos son los hijos y nietos de inmigrantes que han subido al ascensor social. ¡Hay que romper con esa oposición entre colonizadores y colonizados! Todos deben respetar lo universal, pero nadie es lo universal. ¡Busquemos una solución que permita utilizar el capital humano de los inmigrantes!

-¿Que tome nota España?
—De momento, no tienen por qué asustarse. Tenían medio millón de inmigrantes y ahora tienen cuatro millones. No hay crisis notables. Sus extranjeros encuentran trabajo en la construcción, en las huertas, en el servicio doméstico. Y a la larga crea

rán empleo.

—Mientras el terrorismo sea el comodín de unos y de otros…
—La mayoría de los 15 millones de musulmanes que viven en Europa respetan a las autoridades. Y muchas mujeres aseguran ser musulmanas, pero dicen no poder aceptar las leyes de la comunidad. Siendo musulmanas y antimusulmanas, francesas y antifrancesas, construyen un nuevo yo. ¡Y eso está bien! Vamos hacia un mundo normal.

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