Un programa logra que más de 80 menores expulsados no reincidan
El proyecto se ha centrado en menores de institutos de Palma-Palmilla El equipo ha trabajado con los chicos, sus familias y los propios centros
Diario Sur, 22-10-2006Para más de uno las expulsiones se habían convertido en unas ‘vacaciones legales’; un alejamiento impuesto por el centro, pero también buscado por el propio chaval. «Había chicos que, si sumaban los días de expulsión, habían pisado el instituto un mes en todo el curso. Ellos mismos buscaban la expulsión, que al final se convertía en un tiempo muerto para ver la televisión, jugar a la consola y no hacer nada», afirma Francisco Pomares, presidente del Secretariado General Gitano, la organización que en enero de 2005 pone en marcha un programa pionero con alumnos de dos institutos de Palma – Palmilla.
En el proyecto han participado también los Servicios Comunitarios del área de Bienestar Social, que han financiado el mismo a través de un convenio y la propia Fiscalía de Menores, algunos de cuyos responsables se habían dado cuenta de que un alto porcentaje de los chavales que cometían faltas o delitos estaba en la calle precisamente por haber sido expulsados de sus institutos.
Los más difíciles
Chicos de Primero y Segundo de ESO ( de 12 a 16 años) y con más de siete días de expulsión, favoreciendo además a aquellos que eran reincidentes. Este fue uno de los criterios de selección para configurar los grupos – no superiores a 15 alumnos – , con los que se ha trabajado de lunes a jueves desde las 8,30 a las 12,30 horas de la mañana, para posteriormente dedicarse a las familias de los menores, algunas de las cuales ni siquiera habían sabido interpretar el contenido de la carta en la que el colegio explicaba la sanción, dada la utilización en la misma de un lenguaje excesivamete reglamentario.
El balance final es muy alentador: de los 102 chicos que han participado en el programa desde enero de 2005 a julio de 2006, sólo 13 han reincidido y todos corresponden a la primera etapa del mismo, durante la cual se tuvieron que revisar fórmulas empleadas para conseguir mayor eficacia. «Creo que la clave del éxito ha sido precisamente su tratamiento integral. No sólo hemos trabajado con el chico, sino también con la familia y con el centro, a través de los tutores», afirma Marta Bermejo, una de las responsables del proyecto.
Reducir la agresividad
El trabajo con los chavales se ha centrado en conseguir que desarrollen habilidades y recursos de los que carecían, y una de las cuestiones fundamentales a tratar era la reducción de la agresividad: «Se trataba de que aprendieran a canalizar las emociones de otra manera. A veces no saben que hay otra forma de manifestar afecto, porque no lo han conocido. Se están matando pero se quieren. En el programa no se dejaba espacio para la agresividad», afirma Valle Muñoz, componente del equipo. La disciplina, la recuperación de referentes, el desarrollo de la creatividad y la asunción de responsabilidades se han ido trabajando a lo largo del programa de diferentes maneras.
Los chicos, por ejemplo, han rehabilitado, acondicionado y decorado la propia clase del antiguo colegio Gálvez Mol – ahora llamado Alala (alegría) – en la que se ha desarrollado el programa, aprendiendo así a trabajar en equipo y dando valor a lo que les rodea dado el esfuerzo realizado. También han colaborado con los servicios operativos del Ayuntamiento en trabajos tales como pintar zonas de la barriada y se han convertido en monitores responsables de actividades como los ‘Desayunos saludables’ o campamentos urbanos, con lo cual han sido referente para otros chicos de menor edad. Además se ha puesto en valor el mestizaje, dando cabida a la lengua gitana Romanó – Caló y al árabe, cuando había chicos marroquíes.
Hay dos cosas que hasta a los propios tutores ha sorprendido: una de ellas ha sido el hecho de que los menores llegaran puntuales al programa, cuando no era esa la tónica en el instituto, y otra que trajeran diariamente los deberes que se les mandaba para casa. «Nos decían que no sabían cómo lo habíamos conseguido», asegura Marta Bermejo.
«La disciplina sin una motivación lógica no es asumida por parte del adolescente. Nosotros hemos evitado el ataque y hemos apostado por el acogimiento, dándoles un espacio para su desarrollo, para que se manifiesten. Disciplina con coherencia, y luego, a trabajar duro», concluye Valle.
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