Volver a permitir algo similar

Las Provincias, 22-10-2006

Hace unos días, en un colegio alemán, unos alumnos humillaron a otro colgándole un cartel en el que se leía “Soy el peor cerdo del pueblo porque me relaciono con los judíos” repitiendo una escena demasiado conocida en la Alemania del Holocausto.


Al conocerlo, el ministro de Interior de Sajonia – Anhalt dijo no entender cómo hay quien cree que puede “volver a permitirse algo similar”. Lo llamativo no es sólo la edad de los agresores, quince años. Eso es lógico pues actos como ese han de ser obra de chavales que no han vivido lo sucedido en Europa durante el siglo XX y que, por tanto, frivolizan con el antisemitismo más feroz sin calcular sus efectos. Sin embargo, lo más preocupante es lo que encierra la frase del político alemán: que una sociedad, consciente de lo que sucedió, permita que se vuelva a repetir. Se podrá decir que es una broma pesada, un juego de adolescentes o un acto inconsciente de unos chavales mediatizados seguramente por grupos radicales.


Ahora bien, hay que tener en cuenta que un colectivo humano pacífico no odia a otro de pronto. Esa animadversión, esa rencilla profunda sin motivo aparente, ese rechazo se va cultivando gracias a un poso de desprecio que se va asentando sin percibirlo.


Por eso no es una anécdota sin importancia ni lo ocurrido en Alemania ni las frases escuchadas en la manifestación de España 2000 en Valencia como “negros no, España no es un zoo”.


Una de las estrategias clásicas del antisemitismo y de la xenofobia es la reducción del judío o extranjero a la condición de animal porque, de esa forma, se elimina la responsabilidad personal pues no se trata de un ser humano, sino de un ser inferior. Ese era el argumento en torno a los indígenas que traían los conquistadores de América pero ya entonces Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria defendieron que eran seres humanos como los demás. Y de eso hace ya más de 500 años.

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