Los esclavos de hoy en el corazón

El Mundo, 21-10-2006

Mary Robinson dedica su emocionado discurso a defender las libertades civiles y la solidaridad con los inmigrantes Las casualidades no existen en política; tampoco en el caso de Mary Robinson, que dimitió de sus responsabilidades en la Organización de las Naciones Unidas, donde era Alta Comisionada para los Derechos Humanos, el 11 de septiembre de 2002. Justo un año después del ataque a las Torres Gemelas, 12 meses exactos más tarde del aciago bautismo de siglo, la ex presidenta de Irlanda abandonó el cargo que desempeñaba desde 1997. La causa: en general, el abuso constante de los derechos humanos por parte de EEUU; en particular, la existencia del penal extrajudicial de Guantánamo, una cárcel todavía rebosante.


«Las libertades arduamente conquistadas deben protegerse de las amenazas y de la incertidumbre internacional», señaló ayer en su discurso Robinson. «No veamos las leyes que las protegen como inconvenientes, sino como los logros que forman el marco en el que disfrutar de nuestros valores comunes», dijo al recoger el Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2006.


Tanto España como su Irlanda natal son países que han pasado de emigrar a acoger, y sobre ello, en torno al candente tema de los flujos humanos entre el Tercer y el Primer Mundo, vertebró Robinson (Ballina, 1944) su discurso.


«La inmigración es, al fin y al cabo, la cara humana de la globalización. En España os habéis enfrentado a la dura realidad de ver cómo las personas pueden arriesgar su vida en alta mar para llegar a vuestras costas (…). La globalización económica se traduce en el movimiento de bienes, servicios e información. Pero también supone que la gente se desplaza o es desplazada», leyó.


«La manifestación más alarmante de estos movimientos se encuentra en las redes de tráfico de personas, una forma de esclavitud del siglo XXI que afecta especialmente a las mujeres y los niños (…). Aunque resulta evidente que los inmigrantes contribuyen positivamente a nuestras economías y a nuestras sociedades, a menudo se nos confunde con el miedo a los inmigrantes de culturas diferentes», explicó Robinson.


A continuación, la impulsora de la fundación Ethical Globalization Initiative desgranó algunos datos impactantes: los 200 millones de emigrantes que el mundo alberga ahora mismo «equivaldrían a la población del quinto país más poblado del mundo». Más: «Entre 30 y 40 millones» de esos inmigrantes están «indocumentados, a menudo desprovistos de garantías y protecciones que estimamos como derechos humanos». Y de estos últimos, «entre siete y ocho millones están aquí, en Europa».


«No podemos defraudar a estas personas (…). Reconocer nuestra humanidad común en los rostros de los inmigrantes nos debe inspirar para reafirmar nuestra dignidad», leyó Robinson, antes de finalizar adornándose con una bella pincelada de un poeta español muerto, además, al cruzar los Pirineos (dolorosa metáfora) camino del exilio: Antonio Machado, a quien Robinson reinterpretó en sus últimas palabras: «Nosotros mismos, como aquéllos que llegan a nuestras costas ligeros de equipaje, somos todos hijos de la mar».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)