SUSAN GEORGE | FILÓSOFA Y ACTIVISTA POLÍTICA
«El 10% de la población mundial disfruta del 90% de los recursos»
La autora de 'El informe Lugano' ofrece esta tarde una charla sobre la pobreza en el Palacio Miramar
Diario Vasco, 18-10-2006ANE URDANGARIN
Cita al economista Adam Smith «todo para nosotros y nada para los demás» para hablar de la pobreza, la misma que obliga al África subsahariana a destinar unos 25.000 dólares por minuto para pagar su deuda externa mientras los niños se mueren de hambre. Susan George ofrece hoy (19.30) una conferencia en Donostia sobre Pobreza global o justicia global: la decisión es nuestra, invitada por la Diputación en colaboración con la Coordinadora de ONGD Euskadi.
- ¿Qué se puede hacer para redistribuir la riqueza en el mundo?
- No se puede permitir que el mercado decida, porque da a los que tienen y quita a los que menos tienen. Son necesarios Estados activos, empresas y servicios públicos e incluso alimentos subvencionados que lleguen a los más pobres. En los últimos 25 años, instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Internacional del Comercio, que no reconoce ninguna ley social, laboral ni ecológica, han participado en el proceso de desmantelamiento de todos los espacios públicos. Se han privatizado muchísimas cosas, así que no nos debería sorprender que la situación haya empeorado. Hay que cambiar estas instituciones que se rigen por la filosofía del mercado y generan pobreza. Te puedo dar un ejemplo. En Níger, que es el país más pobre del mundo, el año pasado sufrieron una hambruna considerable. En parte se debió a que cerraron la oficina gubernamental para los cereales, para los animales… Desde entonces, son empresas privadas las que se ocupan de estos asuntos. Ahora, cuando los agricultores pasan apuros entre las cosechas, tienen que pedir prestado, pero no a servicios públicos, sino a un mediador particular que le ofrece 3 granos a cambio de que le devuelva 9, con unos intereses desmesurados.
- Su discurso puede sonar a comunismo.
- No me estoy refiriendo al comunismo, sino a instituciones estatales que tengan poder para controlar estas cosas y que eviten que los intereses privados lo copen todo. No se puede abordar la pobreza con seriedad sin contar con entidades públicas. En Brasil, por ejemplo, hay un programa interesante que funciona muy bien por el que las familias reciben una subvención mensual si se aseguran que sus hijos van a la escuela, reciben vacunas y la atención médica necesaria. Es una manera de hacer algo, de atacar a la pobreza, porque hoy en día el 10% de la población mundial disfruta del 90% de los recursos mientras que el 90% de los habitantes se tiene que conformar con el 10%. Es lo que ocurre en un mundo neoliberal en el que la competición sustituye a la cooperación.
- ¿Y qué podemos hacer los ciudadanos?
- Creo que no se pueden hacer cosas a nivel particular. La gente tiene buen corazón y nadie quiere que otros mueran de hambre. Nunca he dicho que los gestos individuales sean malos, están bien, pero creo que es necesario organizarse, crear alianzas para cambiar todo esto. Necesitamos a los campesinos, a los sindicatos, a las mujeres, a ONGs, etc. para trabajar juntos y conseguir cambios. Si somos capaces de crear un movimiento internacional hay una posibilidad de un futuro mejor. Y eso no significa que todos tengan una ideología concreta, es algo más pragmático.
- ¿Y los gobiernos?
- También deberían participar, pero siempre van por detrás de los ciudadanos.
- ¿Cómo se puede abordar el fenómeno de la inmigración?
- Hace décadas que comencé a hablar de este tema. Lo primero que habría que hacer es abolir la deuda de los países del África subsahariana y, después, como condicionante de la cancelación total, es necesario que los gobiernos impliquen a su ciudadanía para que decidan qué hacer con el dinero. En Tanzania han invertido el dinero de una cancelación parcial en colegios y escuelas. El segundo paso consistiría en celebrar una conferencia internacional sobre temas como precios fijos aplicables a los productos de los países más pobres que envían inmigrantes y tener precios garantizados. El tercer paso sería cambiar por completo nuestra política agrícola para que no llevemos a cabo dumping (venta a unos precios inferiores a los costes de producción) de alimentos en sus mercados. También es necesario controlar mercados financieros, sobre todo en América Latina, donde las divisas son atacadas. Y necesitamos entender que, por el momento, la exportación más lucrativa para muchos países tiene que ver con las personas, que están enviando a sus países de origen bastante más dinero que el que estamos dando en forma de ayuda. – ¿El Estado de Bienestar está en declive en Europa?
- Desde luego. Creo que los franceses hicieron bien en rechazar la Constitución Europea, que presentaba una Europa neoliberal en la que se degradaban los servicios públicos, el medio ambiente etc. Era un documento terrible. Parece que quieren eliminar todos esos logros y derechos que los europeos han ido consiguiendo con el tiempo.
- En España se aprobó la Constitución.
- Cuando vine a España a hablar del texto me di cuenta de que la gente no sabía de qué iba el referendo. Había estrellas del fútbol que decían que la Constitución era maravillosa y ministros que aseguraban que no hacía falta leerla para saber que era buena. Aquella Constitución es agua pasada, pero volverá con otra forma, y es necesario que haya un debate nacional sobre el tema.
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