La otra orilla. Somos más

Canarias 7, 17-10-2006


Las Palmas de Gran Canaria

Por muchos ultra que salgan a la calle, por mucha utilización que hagan de de un sistema que ellos destruirían si gobernaran, por mucho que ladren, por muchas burradas que escriban y por muchas banderas (qué perreta con las banderas, oiga) que ondeen, nosotros somos muchos más. Cada vez que ellos llaman cucaracha a un hermano de raza negra, se confirman como ratas de alcantarilla; cada vez que escupen que los inmigrantes sobran, están poniendo un pie fuera de esta isla, en la que (oh, casualidad!) tampoco ellos han nacido. Por mucho que confundan e incluso mientan determinados consejeros de este Gobierno y presidentes de partidos, son muchos más los que ni les creen, ni les compran. Por cada ataque de toda esta fauna que conforma el cóctel explosivo de la intolerancia en nuestra tierra, habrá muchas más opiniones discrepantes.

Las reflexiones lanzadas la semana pasada por diez de nuestros mejores profesores y catedráticos de ambas universidades llaman al optimismo. ¿Cómo es que nadie se pregunta en qué condiciones trabajan muchos de estos inmigrantes que, con la boca llena estos patriotas dicen que sobran? ¿Alguien se ha parado a preguntar con qué mano de obra se construye el tranvía que equiparará a Tenerife con el mundo más civilizado?, ¿quiénes levantaron el Auditorio?, ¿quiénes se dejan la piel en los apartamentos y hoteles que disfrutamos cada verano?, ¿quiénes cocinan y sirven en bares y restaurantes?, ¿quiénes cuidan de nuestros padres y abuelos? ¿Estos orgullosos patriotas se lo han preguntado? Me da que no. Si de verdad tienen toda esa información sobre la mesa e insisten en infundirnos miedo hacia el que viene, pueden estar empujando a los miles de ingenuos que sí les creen a un callejón cuya única salida está manchada de sangre.

Y seguro que no es eso lo que quieren. Aún son unos pocos los que ladran comparados con los miles que nos carcajeamos de sus chiripitifláuticas ocurrencias. Les plantaremos cara cada vez que interpreten nuestro silencio como asentimiento, porque somos más, muchos más.

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