EL RETO DE LA INMIGRACION EN EEUU / El control del límite fronterizo
Miles de agentes tratan de controlar la frontera más porosa del mundo
El Mundo, 17-10-2006SILVIA TAULÉS. Especial para EL MUNDO
SAN YSIDRO (CALIFORNIA, EEUU).- La policía que vigila el puerto de entrada de San Ysidro, en California, reconoce que no puede frenar la llegada de ‘ilegales’ Cuando aprietas un globo hinchado, el aire se dispersa hacia otros lados. Es la analogía que usa Dane Bowen, agente especial en la frontera de San Ysidro (California), para intentar explicar su trabajo en inmigración: «Podríamos tener 400 agentes en cada punto trabajando las 24 horas del día y no lograríamos parar el problema».
Bowen es uno de los 5.600 agentes especiales que tratan de controlar el paso de extranjeros por la frontera de San Ysidro entre México y EEUU. Es el punto fronterizo más activo del mundo, por el que pasaron 50 millones de personas en 2005, según el Departamento de Seguridad de EEUU. En esta puerta de entrada, sólo durante el pasado año, detuvieron a 54.000 inmigrantes ilegales, decomisaron 110.000 kilos de droga y se realizaron 37.000 detenciones de criminales.
Y aquí está Bowen, cada día, tratando de identificar a lo que el califica como aliens ilegales. «Es cierto que es una palabra bastante desagradable, pero nos hemos acostumbrado a usarla», comenta mientras muestra los diferentes aparatos que se utilizan en la frontera. Pero ni la tecnología más avanzada detendrá a los inmigrantes. Son los 37 carriles para vehículos y los 20 para peatones lo que confiere a este lugar la imagen de peaje inmenso. Pintados de amarillo chillón, cada carril está dotado con una máquina de rayos X que examina los coches.
El agente Pascual, mexicano de origen, muestra el parte en el que ha consignado por escrito la detención de un joven compatriota de 15 años que intentaba hacer entrar a otro mexicano por 300 dólares. «Es lo normal, cualquiera puede ser un coyote». Así se llama aquí a los traficantes de seres humanos, son coyotes que husmean, que recorren y conocen todos y cada uno de los rincones de una frontera inabarcable.
«Los jóvenes norteamericanos que van a México a pasar unos días son el blanco más fácil para las redes», comenta Pascual, «por un poco de dinero, aceptan hacer entrar a extranjeros y piensan que no les vamos a descubrir». La primera multa que se impone a un ciudadano estadounidense es de 5.000 dólares, la segunda asciende a 10.000. «Estamos aquí para intentar cambiar los hábitos de la gente».
Dentro de seis años se reformará el puerto de entrada, se tirarán las actuales instalaciones y se construirán unas nuevas, más seguras. William B. Ward, asistente del director del puerto de entrada de San Ysidro, recuerda que son 560 millones de dólares de presupuesto los que el Gobierno destinará a la nueva frontera. Y es que «donde se pueden esconder drogas se puede esconder a inmigrantes, tenemos un gran problema». Es por ese motivo por el que además de los rayos X que controlan cada uno de los vehículos que entran, los agentes llevan consigo una pequeña caja negra que hace las mismas funciones pero para controlar a personas.
Parcos en palabras, con un lenguaje policial casi codificado, los agentes dicen que intentan entender lo que sucede cada día ante sus narices. «Todo lo que pasa aquí tiene que ver con el dinero, sólo con eso», indica Pascual a pie de frontera, «es lo que me digo a mí mismo, tenemos que ser conscientes de que esta gente no viene aquí por placer». Su labor, pese a todo, es identificar y detener a quienes cruzan la frontera sin permiso. Y quienes lo hacen, usan métodos de lo más dispar. El pasado mes de enero descubrieron el túnel subterráneo más sofisticado y largo que jamás se ha encontrado. Con 2.400 pies de largo y 80 de profundidad, se hizo con pico, pala y máquinas perforadoras. «Era como ocho campos de fútbol», recuerda Mark Wood, agente especial de narcóticos, «esta es la única parte de EEUU en la que sigue habiendo túneles». Pese a los meses de investigación que precedieron al descubrimiento, sólo lograron detener a una persona. «Suelen matar a quien construye los túneles para que no cuenten nada».
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