Simulan 4 secuestros para estafar al padre
El Mundo, 13-10-2006Madre e hijo ‘cobraron’ un millón de euros por las sucesivas ‘liberaciones’ del menor La vieja historia de los secuestros falsos para desplumar a un incauto acaba de deparar entre Madrid, Fuenlabrada y Sevilla una variante asombrosa. Es rarísimo, pero posible, que un día te secuestren a tu hijo y te pidan varios cientos de miles de euros por su liberación. Que a los pocos meses vuelvan a secuestrarlo exigiendo más dinero parece una maldición del azar o una cruel fijación de los delincuentes. Pero que lo secuestren de nuevo una tercera y una cuarta vez, resulta increíble.
Sin embargo, un padre de Madrid se lo creyó, según la Policía. Y durante cinco años pagó más de un millón de euros por las sucesivas liberaciones de su hijo de 15 años hasta que la intervención de los investigadores policiales evitó la semana pasada que le chuparan 250.000 euros más.
La secuestradora era su antigua pareja y madre del hijo común, que había fabulado los raptos con la hábil connivencia del muchacho y la colaboración de cuatro cómplices para estafar al padre una cantidad millonaria. En el teatro que habían montado, el chico, E.M.S., representaba el papel de víctima, y, a juzgar por el tiempo durante el que se ha prolongado la ilusión, de forma bastante convincente.
Según ha informado la Policía Nacional de Sevilla esta semana, el muchacho le rogaba por teléfono a su padre que pagara el rescate exigido como si de él dependiera su vida. Pero el chico no era más que un ventrílocuo obediente en manos de la actriz principal, su madre, que hacía años que no vivía con el estafado. Completaban el elenco en Madrid F.M.J. y J.M.G., como presuntos guardianes del rehén, y G.M.J. y su marido D.G.H. en Sevilla, como secuestradores de mentirijillas.
El supuesto estafado siempre acababa pagando. ¿Qué padre no removería cielo y tierra y daría lo que tuviera para evitar que a su hijo le toquen un pelo? Pero en el cuarto secuestro, cinco años después del primero, el drama figurado llegó a oídos de la Policía, y no precisamente porque el padre lo denunciara. La familia del hombre se extrañó al ver este nuevo secuestro y que vendía un inmueble para pagar los 250.000 euros que le pedían esta vez, y contrataron a un detective, que a su vez, por si acaso el delito era verdadero, denunció la situación a la Policía.
Tras llegar a la conclusión de que todo era un montaje, agentes del Grupo de Atracos ayudados por el Grupo de Secuestros y Extorsiones detuvieron el pasado viernes a los seis presuntos actores del falso secuestro, todos de etnia gitana: la madre, el hijo y los dos guardianes entre Madrid y Fuenlabrada, y la pareja de secuestradores en el barrio de las 3.000 viviendas de Sevilla, una zona deprimida con reductos de gran marginalidad y altas tasas de delincuencia y tráfico de drogas en los que la Policía entra poco, lo que, aparentemente, daría más credibilidad a las amenazas de los que decían tener allí a la víctima. La mala fama de un sitio usada como atrezzo de verosimilitud.
Los detenidos han sido puestos a disposición judicial, acusados de un presunto delito de simulación de delito (valga el redundante oxímoron), que tiene aparejado entre seis y 12 meses de multa, y otro delito de estafa, que, en el peor supuesto, podría acarrearles una pena máxima de entre seis y ocho años de cárcel.
Pero hay algo en esta historia divulgada por la Policía de Sevilla que parece tener gato encerrado, como sucede en las películas de timadores y aparentes incautos que al final no son tales y donde un último giro del guión trastoca el desenlace ya cuando la gente se levanta del asiento. ¿Es creíble que un hombre capaz de generar en cinco años más de un millón de euros de liquidez sea tan inocente como para tragarse la historia del rapto recurrente del hijo? ¿Estaría compinchado él también? En la Jefatura de la Policía en Sevilla no querían ayer dar ningún dato sobre la ocupación del presunto estafado y si pertenece a círculos delictivos. Pero un veterano agente se mostraba escéptico sobre la figura del padre y admitía: «Esto es muy extraño».
Más corriente para la Policía y la Guardia Civil es, en cambio ,otra variante del falso secuestro, el que denuncia la víctima como coartada para encubrir sus propias debilidades ante la familia, los jefes o las autoridades. Son casos que despiertan piedad por sus protagonistas, en los que se alía el miedo o la vergüenza insuperable con una fabulación desatada. Estas historias de «hombres encapuchados que me han pegado una paliza y me han dejado tirado en la carretera» se repiten con cierta frecuencia.
Por ejemplo, el Grupo de Atracos de la Brigada Provincial de la Policía Judicial de Sevilla ha informado, según recoge la agencia Europa Press, de dos casos desmontados este octubre. El día 2, una mujer, M.J.R.L., denunció que la habían secuestrado cerca de la sevillana Isla de la Cartuja y la habían liberado luego en un hotel de la localidad costera onubense de Matalascañas. La víctima acabó reconociendo que había mentido cuando la Policía la citó a declarar de nuevo en comisaría.
El día después, el 3 de octubre, una niña de 11 años dijo que dos hombres la habían metido en una furgoneta con golpes y a punta de navaja, antes de soltarla junto al estadio del Sevilla FC, el Sánchez Pizjuán. Los agentes entrevistaron a la niña delante de su madre. La chiquilla se había inventado una película con ella de protagonista, por miedo a que su madre se enfadara con ella por haber llegado tarde a casa.
Y un último caso reciente. En el pueblo cordobés de El Carpio, la Guardia Civil detuvo, el 28 de septiembre, a A.D.S.S., de 30 años, por denunciar en el cuartelillo que dos desconocidos extranjeros lo habían secuestrado, apaleado y robado el coche. En realidad, el hombre había estado de copas y al volver a casa de un club – no precisan los agentes si se trataba de un prostíbulo – , solo, sufrió un accidente y destrozó el coche. El secuestrado reconoció que había fabulado su historia para, dijo la Guardia Civil, «eludir otros posibles conflictos personales» en casa.
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