Canela fina. Top manta

Canarias 7, 10-10-2006

Carmen Merino
Las Palmas de Gran Canaria

Al menos sabemos dónde han ido a parar parte de los inmigrantes irregulares que, según José Segura, no pisan las calles ni las plazas ni los parques de Canarias. Al menos mientras no les apetece darse un garbeo después del bocadillo y antes de echarse en el colchón, con suerte individual pero en todo caso instalado en un dormitorio comunitario. Si así les viniera en gana, como han advertido los portavoces policiales, nadie podría impedírselo habida cuenta de la desproporción entre el número de retenidos y el de policías que los custodian.

Para desesperación de Ramoncín, el Ayuntamiento de Madrid ha encontrado a bastante de ellos empleados en el negocio del top manta en sus calles, una actividad que la corporación de la capital creía haber erradicado en buena medida y en la que ahora observa un repunte que coincide, qué casualidad, con la oleada de inmigración irregular que se ha producido en las Islas.

Pero que Joaquín Sabina y los consumidores estemos contentos no es suficiente para bendecir una política de inmigración que para empezar no es tal política, sino un intento a la desesperada de metabolizar lo que se nos ha venido encima con los deberes sin hacer o mal hechos. Protestó en su día José María Alvárez del Manzano y no lo ha hecho Ruíz Gallardón porque eso desluciría el barniz de progresía que se aplica cada mañana antes de salir a la calle. Pero sí ha enviado a su concejal de Seguridad para que lo haga. Y nos les falta a los madrileños razón.

Lo peor es que, con antecedentes como estos, es difícil que las comunidades autónomas se avengan a hacerse cargo de los menores inmigrantes que a Canarias le rebosan en sus centros. Cuando la desconfianza se instala ya no cabe marcha atrás. Por eso es mejor ser precavido, como la ha sido Valencia al anunciar que su consejera del área visitará los centros de menores de Canarias para conocer de primera mano la situación. Sólo después de eso decidirá su comunidad autónoma si se hace cargo de una parte de los irregulares que han llegado a las islas a bordo de pateras y cayucos o tienen también los centros propios hasta la bandera. Meter la mano en la herida, como Santo Tomás, antes de meter la pata y después no poderla sacar.

Porque solidaridad es un término casi tan hermoso como utopía. Y al igual que a todos nos gusta tener discos y DVDs por menos de lo que la industria discográfica pretende sacarnos, dudo que a nadie le haga ilusión hacerse cargo de un problema que no está suficientemente identificado por el Estado como asunto de todos.

¿Sí queremos tener nuestras propias selecciones deportivas, nuestras propias lenguas, nuestras propias agencias tributarias, nuestros propios puertos y aeropuertos?, por qué no, se dirán algunos, no podemos tener nuestros propios inmigrantes? Y el top manta todo para Madrid, que ya nos daremos una vuelta por allí.

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