Concluido el escrutinio de las municipales belgas celebradas el domingo dos son las lecturas obvias de sus resultados: primero, que socialistas y socialcristianos parecen llamados a reeditar sus tradicionales coaliciones de gobierno que han diseñado la Bélgica actual desde la inmediata posguerra, si las legislativas previstas para el año que viene confirman las tendencias ahora constatadas a nivel comunal; y, segundo, que la extrema derecha, aunque consolida su fuerza en el norte flamenco con algo más del 20 por ciento del voto regional, no consigue ninguno de sus objetivos y pierde incluso posiciones en su feudo tradicional, Amberes, donde el vociferante Filip Dewinter ha dejado de ser el árbitro de la situación, en beneficio del alcalde, el socialista Patrick Janssens.


Ninguna alcaldía

Ciertamente, el Vlaams Belang, la formación racista y xenófoba de Dewinter, ha crecido en estas municipales. Cerca de un 5 por ciento. Pero no se ha producido el maremoto pardo (por el color de las camisas del fascio italiano) que los pesimistas anunciaban para estas elecciones, ni las huestes de Dewinter han alcanzado a ganarse ninguna alcaldía.


En Amberes, el Vlaams Belang deja de ser el principal partido, y es sustituido por los socialistas de Patrick Janssens, a quien la prensa flamenca saludaba ayer poco menos que como un héroe, por haber arruinado, con el 35,7 por ciento de los sufragios, las esperanzas que la extrema derecha tenía puestas en la capital económica del norte.


Filip Dewinter reconocía ayer la mediocridad del resultado en Amberes y lo atribuía a que los inmigrantes extraeuropeos han logrado el derecho al voto por primera vez en estos comicios. En Gante, otra ciudad principal, el VB experimenta también un retroceso, al quedar en el 18 por ciento (obtuvo el 19,5 por ciento en 2000), frente al sólido 31,6 por ciento de los socialistas. La llave de la gobernabilidad del país la tienen, efectivamente, los socialistas que son los defensores de la unidad del reino.