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ZOOM: Conveniencias

El Mundo, 10-10-2006

ARCADI ESPADA

Estupefacto, leo cómo la Administración española trata de acabar con los matrimonios de conveniencia (honrado pleonasmo) que protagonizan algunos inmigrantes para conseguir un permiso de residencia en España. El celo administrador se organiza en torno a un interrogatorio que comprende preguntas del tipo: «¿cuántas veces se afeita su novio al día?» o bien, «¿su futura esposa es creyente?»


Qué vergüenza. Los que interrogan son cónsules de España en países extranjeros o jueces. Parece que tienen un vademécum o plantilla elaborada por la directora General de Registros y Notarías, Pilar Blanco – Morales, donde se detallan las preguntas que deben hacerse a los inmigrantes. No me extrañaría que entre ellas figurase «¿se quiere usted casar por conveniencia? Ni tampoco que algunas de ellas no las pudiesen responder macerados cónyuges de toda la vida. Yo mismo no me acuerdo ahora cuántas veces se afeita mi marido.


Los inmigrantes dan un montón de problemas. Son bien conocidos y no vale la pena insistir en ellos. En Bélgica y en Suiza, y en otros países europeos, tienen ideas cada vez más firmes sobre este particular. El que a mí y a mucha otra gente les parezcan inmorales esas ideas tiene poca importancia. Además, su efecto pedagógico es loable: esos países actúan clara y tajantemente como lo hace cualquier empresa con sus trabajadores: por rígidos criterios de rentabilidad. Parte de Europa empieza a pensar que la inmigración no le sale a cuenta. Está en su derecho (mercantil) para hacerlo. Mucho más indignante me parece que los derechos de los inmigrantes se reduzcan respecto a los trabajadores autóctonos. Y, en especial, que se reduzcan por la habitual puerta trasera socialdemócrata, mientras el salón principal ofrece su altivo aspecto inmaculado. No se le puede preguntar a nadie por qué se casa, porque la única respuesta plausible es porque le da la gana. Casarse puede ser un fraude, bien sûr. Pero eso no se detecta preguntando, como bien saben los enamorados.


Por cierto y por final: la hipótesis del matrimonio como fraude tiene un punto fuerte: el divorcio. Si el matrimonio fuera lo que dice ser el divorcio no existiría. De hecho es el divorcio la razón auténtica de los matrimonios de conveniencia. Más eficaz que la aplicación del tercer grado sería la supresión del divorcio. Pero sólo para las negras. Este tipo de gente progresista implacable con su conveniencia.


(Coda: «Hay preguntas que casi siempre obtienen la misma respuesta, no porque hayan sido previamente preparadas, sino porque los futuros cónyuges suelen ser gente modesta con pocos medios. Cuando se les interroga sobre las aficiones, ‘bailar y ver la tele’, es la contestación más común de los latinoamericanos». (El País, 9 de octubre del 2006.)

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