Los votantes de Merksem, un distrito de la periferia de Amberes, refuerzan su apoyo al xenófobo Vlaams Belang
"La gente vota para defender su trabajo"
La Vanguardia, 09-10-2006BEATRIZ NAVARRO – Amberes. Servicio especial
La ultraderecha gana jóvenes, pero la mayoría de sus partidarios tiene más de 45 años y son de clase media y baja
Es una sensación extraña pasear por un barrio donde casi la mitad de la población es partidaria del Vlaams Belang (VB) , el partido xenófobo y racista que año tras año cosecha nuevos votos en todos los rincones de Flandes. Sobre todo cuando ninguno de los fantasmas agitados por el VB para reclamar el apoyo ciudadano se personifica. Es el caso de Merksem, un distrito en la periferia de Amberes, que cuenta con unos 41.000 habitantes y una bajísima tasa de inmigración, un 3%, según las estadísticas oficiales. “Lo lograremos por poco, o por muy poco nos quedaremos a las puertas de la mayoría”, había pronosticado el líder ultra Filip Dewinter, ex cabeza de lista de este barrio, que cuenta con su propio consejo de distrito (un miniayuntamiento).
Por poco no lo han logrado, pero han barrido al resto de los partidos y es posible que se hagan con el poder. En las elecciones del 2000 fue el partido más votado, con un 34,6% de los votos. Ayer, convencieron a más vecinos de Merksem, hasta alcanzar el 41,5% de los votos, pulverizando así los porcentajes del resto de las formaciones.
A primera vista, Merksem es un barrio obrero más, como tantos en Bélgica, con sus pequeños negocios, casitas residenciales y macroedificios algo menos habitables. Pero muchos de sus vecinos hablan de “problemas”, problemas que nadie entra a detallar o concretar. Para Werner, un joven de 24 años de melena rubia y fornidos brazos tatuados, “cómo solucionarlos es cosa de los políticos”. Él ha confiado su voto, “como siempre”, al Vlaams Belang, explica tras depositar su papeleta en un polideportivo del barrio. “Hay problemas. No tanto con los refugiados, sino con los marroquíes, sobre todo con ellos, hay muchos por aquí”, asegura este albañil que en verano huye en busca del sol a las playas catalanas y canarias.
Es la una de la tarde y mientras muchos belgas apuran la última hora que tienen para cumplir con su obligación de votar, decenas de africanos, ataviados con sus mejores galas, salen de una iglesia protestante junto al recinto deportivo. Una viva imagen de la diversidad y las contradicciones de Amberes. “Yo no he votado, no tengo papeles. Llegué hace menos de un año, pero los que pueden sí lo han hecho”, afirma una joven de Ghana, señalando al resto de fieles. “No se vive mal aquí, lo difícil es adaptarte al frío y a la manera de ser de la gente, pero no he tenido problemas”, dice entre el temor y la esperanza.
Los problemas de Merksem pueden resumirse en “algo de inseguridad, la limpieza de las calles y el transporte urbano”, según Ben, un atlético joven flamenco que acaba de votar por los socialistas. A su juicio, “hay gente que puede estar frustrada, porque un día le han robado la cartera, o porque vive en barrios donde hay muchos inmigrantes y ve a las pandillas de niños en la calle, y en protesta vota por el VB, pero no reflexiona sobre las consecuencias de su elección”.
Otro vecino del distrito, Mike, acaba de estrenar su recién adquirido derecho a voto confiándolo a la extrema derecha. “No tengo ningún problema en admitirlo. He votado al VB porque estoy convencido. No sé a quién votan mis padres, en mi casa no se habla de política”. ¿Qué espera que le solucionen los seguidores de Filip Dewinter? Mike, aprendiz de cocinero, se encoge de hombros. “Hay problemas y el VB es el único partido que dice lo que piensa, lo que otros no se atreven. Me gusta”.
Los jóvenes son el nuevo público del partido ultra. Su grueso de seguidores se encuentra en los mayores de 45 años, en su mayoría de clases bajas y medias, menos dispuestas a defender su apoyo al VB en público, pero sí en las urnas. Por eso Jan Penris, el candidato de VB en Merksem, ha hecho campaña a favor de más políticas para la juventud y la tercera edad (flamencas, claro). Las reivindicaciones separatistas, en el origen del partido creado a finales de los setenta, son menos intensas en esta ocasión, en consonancia con las inquietudes más inmediatas de la mayoría de sus votantes, es decir, la seguridad y el empleo.
Pero para otros vecinos es incomprensible que la extrema derecha siga ganando apoyos. “La gente vota para defender su trabajo, a quien cree que puede hacerlo mejor. Yo voy a votar por los socialistas. Lo han hecho bien y voy a seguir apoyándolos, porque es bueno para mí”, argumenta Anja, mecánica en General Motors. “Pero hay mucha gente que está confundida, no sabe a quién votar y se cree toda la propaganda del VB. Y les vota”. La obligatoriedad del voto en Bélgica se tiene a menudo como una garantía contra los extremismos, ya que virtualmente todo el mundo vota. Pero muchos depositan su voto en blanco, una opción reconocida en las máquinas de voto electrónico. “No me interesa la política y no he votado por nadie. No deberían obligarnos a venir, no me interesa”, cuenta una joven madre mientras se sube a la bicicleta con su hija. “Son un partido de oposición, ¡cómo no van a seguir subiendo si nunca se equivocan! Sólo hablan y hablan y la gente les cree, claro. Es muy fácil”, reflexiona un jubilado de la periferia, que acaba de votar por “nuestro buen alcalde”, es decir, el socialista Patrick Janssens, héroe de la negra jornada de ayer al resistir el empuje de los ultras.
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