El temor a una inmigración fuera de control

Las Provincias, 09-10-2006

F. PESCADOR/ BRUSELAS
A Bélgica, los ilegales no llegan en cayuco, pero están instalados en el país. La mayoría hace grandes esfuerzos por adaptarse pero una minoría, compuesta por delincuentes de toda jaez, marca un ritmo real en las calles que, aunque irrelevante a efectos estadísticos, define alertas cotidianas muy incómodas para el ciudadano de a pie.


Este es un país rico y acostumbrado al costoso trabajo de integrar a gentes extirpadas de su entorno natural en el Congo, Turquía o Marruecos y observa con enorme consternación que el esfuerzo se queda corto.


Una periodista del diario flamenco
Het Nieuwsblad
, de origen marroquí, publicó en junio una serie de reportajes en los que describía la vida cotidiana en determinados entornos locales. De Molenbeek, una de las 19 comunas de Bruselas, decía que se ha convertido, ni más ni menos, que en un estado musulmán en el que la radicalización de los jóvenes musulmanes se propaga como la pólvora, ante la incapacidad absoluta de las autoridades. Las mezquitas, según el retrato de la periodista, se encuentran escondidas al fondo de los inmuebles, y son inaccesibles a los no iniciados. Naturalmente el alcalde de Molenbeek, el socialista Philippe Mouraux, negó los hechos.


Existe la impresión de que ciertas minorías, sobre todo musulmanas, están fuera de control. En las disfunciones cotidianas que esos problemas ocasionan a una sociedad muy acomodada como la belga, la extrema derecha hunde su cuchara electoral.


Con el alquitrán de su brocha gorda iguala al cuitado turco musulmán que se deja la cejas en Amberes para aprender flamenco, primero, y pagar sus impuestos después, y al caid albanés de la droga que sale de la cárcel antes de cumplir plenamente su condena, porque el sistema penitenciario belga se lo permite. Al turco ése (o al marroquí, o al búlgaro, o al senegalés de turno), la extrema derecha independentista flamenca del Vlaams Belang le llama “basura”, y escenifica el desprecio esparciendo porquería por las calles de Amberes durante sus frecuentes mítines propagandísticos.


Los resultados de las elecciones de ayer en Bélgica no dan ninguna solución a estos problemas, que son también los de toda Europa, a la que algo así como dos mil millones de seres humanos ven como un campo de golf, más o menos al alcance de la mano.

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