Ultramar. Símbolos y tragaderas
«A falta de ideas para convencer, procedimientos para distraer»
Canarias 7, 07-10-2006Leyendo a Daniel Innerarity, que escribió: «El líder actual ya no necesita leer demasiado ni pensar mucho. Ni siquiera tiene que argumentar ni resultar convincente; basta con que consiga manejar correctamente los mecanismos de atención pública. Es alguien que no tiene ideas para convencer, sino procedimientos para distraer», me acordé de la gigantesca bandera de Gran Canaria instalada en la Fuente Luminosa, de la polémica surgida en torno a ella y de las tragaderas que hay que tener, voluntarias o impuestas, para sobrellevar muchos de los episodios que contemplamos, atónitos, en estos tiempos.
La simbología se ha adueñado de nuestras vidas, nos distrae y la política, ¿carente de razones?, parece atender a cuestiones fundamentalmente de imagen, cuando, en realidad, los símbolos no son sino mecanismos de salvación a los que se agarran los pueblos carentes de cohesión. Y creo que está fuera de toda duda que el pueblo canario, y ahí entra el grancanario, está entre estos.
Cierto es que arrastramos un serio déficit de querencia de nuestras cosas, pero éste no se solventa echando mano, para definirnos o enaltecernos, de unos valores estáticos, porque, nos guste o no, toda identidad está permanentemente reformulándose, sencillamente porque no podemos abstraernos de los nuevos movimientos culturales, demográficos o económicos.
Si la política es espacio y a cada espacio le corresponde una política, aquí tenemos una bandera para atrapar la atención pública en una tierra en la que ex altos cargos del Gobierno van al banquillo acusados de malversación y prevaricación, una ristra de concejales desfila ante el juez por presunto tráfico de influencias y más malversación, militares y policías repiten incidentes entre ellos a propósito de la custodia de los inmigrantes irregulares que colmatan los centros de acogida, no paran de morir gentes que vienen hasta estas Islas en las pateras de la miseria, funcionarios públicos andan procesados por prácticas irregulares en sus consejerías, otros ex altos responsables gubernamentales han de rendir cuentas por sus devaneos para que el viento soplase a su favor, se cometen actos vandálicos en los cementerios, los centros de menores no garantizan la seguridad de los allí acogidos y uno, acusado de homicidio, puede fugarse, sin demasiados contratiempos, de uno de ellos.
Una bandera para polemizar en un archipiélago, que tanto presume de sus valores paisajísticos, cuya mitad está sometida a intensos procesos de erosión, padece un altísimo riesgo de desertificación y sus ecosistemas y agrosistemas se caracterizan por su alta fragilidad.
Quede claro que todo lo antedicho no es un inventario de acontecimientos registrados en los últimos decenios en esta comunidad atlántica, ¡no!, cuanto se ha apuntado han sido hechos noticiosos de esta misma semana en esta tierra nuestra.
Lo dicho, a falta de ideas para convencer, está claro que nada mejor que utilizar procedimientos para distraer.
¡Por bandera que no sea!
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