Straw quiere levantar el velo

El ex ministro de Exteriores británico asegura que este «símbolo de

La Razón, 07-10-2006

LONDRES – Jack Straw desató ayer un monumental altercado sobre la
integración de los musulmanes en Occidente al culpar a las mujeres que
cubren sus rostros con un velo de perturbar las relaciones entre las
distintas comunidades. El ex ministro de Exteriores británico describió el
atuendo islámico como un «símbolo visible de separación y diferencia» y
confesó que se siente «incómodo» cuando no puede ver las caras de las
personas con las que habla. Aunque el diputado laborista reconoció que no
existen soluciones fáciles para este asunto, la comunidad islámica le
acusó de «ignorancia» y «falta de sensibilidad» por reprobar una de sus
tradiciones más preciadas.
   Straw se dio cuenta de los problemas
ocasionados por el velo durante sus conversaciones con ciudadanos de
Blackburn, su circunscripción electoral, que cuenta con un 30 por ciento
de musulmanes. Según él, la utilidad de mantener reuniones en persona con
los votantes es que puede ver sus gestos, por lo que ha decidido sugerir a
las musulmanas que se descubran el rostro, aunque siempre se asegura de
que hay otra mujer presente. «No puedo recordar ni una ocasión en que la
señora en cuestión no haya querido quitarse el velo; de hecho, muchas
parecen aliviadas cuando se lo pido», escribió en el «Lancashire
Telegraph».
   La conclusión de Straw es que el velo se está
convirtiendo en un impedimento para las relaciones entre los distintos
grupos religiosos. Cuando anteayer se decidió a hacer pública su opinión,
la polémica fue enorme, pero las críticas de la comunidad musulmana no le
hicieron dar marcha atrás. Sin ir más lejos, ayer aseguró que preferiría
que ninguna mujer llevara el rostro tapado, aunque recalcó que no defiende
la prohibición del atuendo islámico. «Es un asunto personal, pero creo que
es importante que pensemos en las consecuencias, porque ver las caras de
la gente es fundamental para la relación entre los seres humanos»,
argumentó.
   Aunque más de uno mostró su sorpresa por estas
palabras, está claro que un político tan veterano como Straw es capaz de
calibrar la repercusión que ocasionarían este tipo de declaraciones en un
momento en el que la integración del islam se ha convertido en una
prioridad máxima en Occidente. Así, el diputado laborista no lanzó sus
críticas en unas declaraciones improvisadas, sino en un artículo en un
periódico de Blackburn, gran parte de cuyos lectores son musulmanes.
Además, reconoció que tardó un año en decidirse a abrir este debate,
consciente de que se trata de un asunto extremadamente complejo. «Pero si
no lo hacía yo, ¿quién se atrevería?», escribió el ministro. «Puede que me
equivoque, pero creo que nos enfrentamos a un problema».
   Pese a
estas puntualizaciones, la comunidad islámica reaccionó con furia a las
críticas de Straw. Para algunos, pedir que las musulmanas se desprendan de
su indumentaria religiosa es una ofensa cultural equivalente a exigir que
un hombre occidental se quite los pantalones. Así, la organización
«Proyecto Hijab», que defiende el uso del velo, aseguró que las
«lamentables» declaraciones del laborista demuestran «una profunda falta
de comprensión» de las tradiciones islámicas. Sin embargo, Daud Abdullah,
un portavoz del Consejo Musulmán del Reino Unido, reconoció que esta
prenda puede resultar «incómoda» para los creyentes de otras religiones y
aseveró que la misma comunidad islámica está «dividida» ante el velo.
   En todo caso, parece que Straw ha conseguido su objetivo de abrir el
debate, puesto que ayer apenas se hablaba de otro asunto en los medios
británicos. Tanto los conservadores como los liberal – demócratas se
pronunciaron en contra del ministro y le acusaron de entrometerse en los
derechos individuales de los ciudadanos. Mientras tanto, la presidenta del
partido laborista, Hazel Blears, defendió a su colega al asegurar que
resulta «perfectamente legítimo» pedir a las mujeres que se descubran en
su presencia. Sin embargo, Downing Street prefirió mantener la neutralidad
más exquisita y tildó las declaraciones de Straw de «reflexiones
personales». Ante un asunto explosivo, el Gobierno ha decidido tomar el
pulso a la opinión pública antes de decantarse por uno de los dos bandos.
   

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