Canela Fina. El plumero
Canarias 7, 06-10-2006Carmen Merino
La sola y fugaz mención a la importancia relativa que tienen las cada vez más habituales fugas de inmigrantes irregulares de los centros de internamiento de Canarias habida cuenta de que el mar constituye una verja natural para mantenerlos confinados supone sin duda la salida del armario de la Administración socialista, entendiendo como tal cuál es su verdadera visión de cómo conviene manejar lo que está ocurriendo en las islas.
No hablaré en ningún caso de campo de concentración como lo hacen los que pretenden sacarle sibilinamente tajada a esta complicada situación. Sólo insisto en que Canarias es el patio trasero de España, y ahora también de Europa. El lugar más idóneo, por su ubicación y sus dificultades para hacerse oír y entender, al objeto de esconder las antiestéticas consecuencias producto de la radical desigualdad entre los habitantes el mundo desarrollado y los que aspiran a sus privilegios.
En este sentido no son peores los socialistas de lo que lo fue el PP. Solo cabe recordarle a José Manuel Soria como el Gobierno de José María Aznar consentía que los irregulares que se dejaban en las calles de las islas tras 40 días de internamiento en los centros se instalaran el parque de Santa Catalina y como, en contundente respuesta a la desidia y falta de consideración de aquel Ejecutivo popular, el entonces alcalde de Las Palmas optó por embarcar a los subsaharianos en aviones con destino a Madrid saltándose todas las reglas imaginables, incluidas las del más elemental recato político.
Entre los nacionalistas resulta de buen ver culpar a los socialistas canarios de la insensibilidad del Gobierno español, dada la falsedad o tibieza de las informaciones que les proporciona su gente en Canarias, Pero no es tan fácil matar dos pájaros del mismo tiro – el clásico demonio en Madrid y su sucursal en Canarias – sin puntualizar al menos tal consideración. Es cierto que entre los socialistas canarios se observa un silencio cómplice cuando no una defensa de lo indefendible, pero también que algunos de ellos aseguran no callarse la boca en privado además de bailar con el más feo en esta verbena. Los nacionalistas deberían sin embargo medir el tono de su discurso acusatorio, porque también hay argumentos para defender como su visión corta, interesada y compartimentada de las islas ha contribuido a la actual situación.
No comparto que Adán Martín sólo se haya interesado por este asunto a raíz de la llegada de cayucos a Tenerife. Eso es una maldad pleitista y un agravio creo que inmerecido al presidente. Pero sí digo que si hoy hay tanto camino por recorrer en el terreno de las relaciones diplomáticas con los países africanos, cabe culpar también al Gobierno nacionalista de no haberse sabido priorizar adecuadamente ante Madrid cuando hace cuatro o cinco años eran las islas orientales las que sufrían en mayor medida la situación.
Por esto o por aquello, aquí al que más y al que menos se le ve el plumero.
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