Los nuevos expatriados proceden de zonas urbanas, tienen formación y buscan mejores salarios
La emigración mexicana cambia de signo
La Vanguardia, 05-10-2006JOAQUIM IBARZ – México. Corresponsal
Al menos 400.000 personas cruzan cada año la frontera de forma ilegal en busca de un empleo mejor
Las remesas de emigrantes son la primera fuente de ingresos externos del país, por encima del petróleo
En el corazón de la zona industrial Las Armas, en la zona metropolitana de Ciudad de México, unos 30 trabajadores toman su descanso en las afueras de una envasadora de alimentos. Se quejan de que, aunque el empleo es fijo, el sueldo es irrisorio. Todos los días hablan de emigrar a EE. UU. como indocumentados porque “la paga no alcanza”. “Cobramos dos salarios mínimos al día, más o menos 95 pesos (siete euros). ¿Qué se puede comprar con eso? Un kilo de carne, huevos o un jabón en un santo día de trabajo”, se queja amargamente Ramón Ochoa, uno de los trabajadores disconformes.
El bajo salario provoca que muchos mexicanos se planteen cruzar la frontera. El viejo mito de que la mayoría de los mexicanos que emigran al país vecino proviene de zonas rurales ya es cosa del pasado. Más del 55% de los emigrantes a Estados Unidos son de zonas urbanas. Si hasta el decenio de los ochenta quienes cruzaban la frontera eran campesinos de aldeas y rancherías, hoy en su mayoría proceden de ciudades, con un grado de escolaridad cada vez más elevado.
Cada año, un mínimo de 400.000 mexicanos entran ilegalmente en Estados Unidos en busca de empleo. Ya hay más de 16 millones al otro lado de la frontera (además de otros 12 millones que nacieron en territorio norteamericano). Los 21.000 millones de dólares anuales (16.500 millones de euros) que envían los emigrantes a sus familias ya son la principal fuente de ingresos de México, más incluso que el petróleo a 60 dólares el barril. “¿A qué se queda uno aquí en México si pagan tan mal? En todas las empresas pasa lo mismo: cobras de dos a tres salarios mínimo, ¡no más!”, dice Olga Vega, que se lamenta de que el sueldo apenas alcanza para alimentar a sus tres hijos. El salario mínimo en México es de 48 pesos al día, 3,5 euros.
Julio Ulloa, por su parte, está a la espera de que su esposa dé a luz “la bebita que estamos esperando, y de volada – añade- me retacho para San Francisco, donde está mi hermano”. Ninguno de estos 30 trabajadores ha cruzado la frontera, pero muchos dicen tener un familiar o amigo en Estados Unidos dispuesto a pagarle la “pasada del coyote” (traficante de indocumentados) y darle alojamiento hasta conseguir un empleo.
Cada vez es más notorio que la emigración a Estados Unidos se origina en centros urbanos como Ciudad de México y su zona metropolitana, Guadalajara, Monterrey, Morelia, Oaxaca o León. Además de absorber a los que llegan de zonas rurales, las ciudades sirven de tránsito y plataforma para ir al norte. El Consejo Nacional de Población (Conapo) confirma que la emigración a EE. UU. ha dejado de ser mayormente rural para paulatinamente convertirse en urbana, en buena parte procedente de las zonas industrializadas. Un nuevo tipo de emigrante mexicano busca trabajos mejor remunerados en Estados Unidos: gente con estudios originaria de una clase media urbana relativamente acomodada, que contrasta con el estereotipo del campesino pobre.
Muchos indocumentados no son campesinos ni obreros, sino profesionales con títulos universitarios sin trabajo en su tierra. Se calcula que unos 700.000 mexicanos afincados en EE. UU. han pasado por la universidad. “Antes sólo veíamos gente pobre y campesinos sin educación”, afirma Efraín Jiménez, asesor de inmigrantes en Los Ángeles. “Ahora vemos a jóvenes profesionales y a los que, tras años de trabajar, no han podido reunir mucho capital y buscan otras opciones”.
Se ha difundido la idea de que si hubiera puestos de trabajo en México se detendría la emigración a EE. UU. Falso. El economista Enrique Quintana señala que no es la falta de empleo a secas lo que motiva la migración. Dos razones adicionales son clave: las diferencias salariales y los factores familiares. En los últimos doce meses se han creado en México 720.000 puestos de trabajo formales y 580.000 informales. En total hay 1,3 millones de personas adicionales que tienen empleo. La población en edad y disposición de trabajar creció en casi 1,2 millones. Sin embargo, no hay indicios que señalen que en el último año se haya detenido la salida de trabajadores hacia Estados Unidos.
Veamos las diferencias salariales. Según datos del Pew Hispanic Center, el salario semanal medio del emigrante hispano es de 375 dólares (295 euros), lo que supone 1.607 dólares al mes (1.260 euros) . Traducido en la moneda nacional son 17.677 pesos. En México el ingreso medio en el sector formal es de 200 pesos diarios (14 euros), 6.000 mensuales. La diferencia salarial es notoria. Por eso muchos piensan que vale la pena el peligro y el esfuerzo de salir del país.
Otro mito es que el mexicano se vuelve más productivo al cruzar la frontera, lo que permite cobrar más. En realidad, se insertan en un sistema económico más eficiente por inversiones en tecnología, infraestructuras, capital humano, lo que genera mayor valor que en México. Hoy, además de los factores económicos, muchos se sienten tentados a mudarse a EE. UU. para reunirse con amigos y parientes. La formación de redes familiares y sociales ejerce como un poderoso imán. Es difícil encontrar una familia mexicana, rica o pobre, que no tenga parientes o amigos viviendo en Estados Unidos. Incluso el presidente electo, Felipe Calderón, comentó que tiene un primo y un cuñado en el gran país vecino del norte.
Fermín Carreño, director de la facultad de Planeamiento Urbano y Rural de la Universidad Autónoma de México (UAEM), señala que la emigración urbana aumenta por la reducción de oportunidades de trabajo. “El salario es tan bajo, que muchos trabajadores son empujados a irse. La alta industrialización contrasta con el escaso ingreso del trabajador, lo que lleva a la desesperación; deciden irse al saber que allá (EE. UU.) cobrarán mucho más”, señala el catedrático.
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