Los obispos canarios relacionan inmigración con injusticia social
La Razón, 01-10-2006LAS PALMAS – Los obispos de las dos diócesis de las Islas Canarias,
monseñor Francisco Cases, obispo de Canarias y monseñor Bernardo Álvarez,
obispo de Tenerife, se pronunciaron ayer de forma conjunta sobre el tema
de la inmigración, denunciando las «injustas reglas de la economía
mundial, que han condenado a África a la pobreza y el olvido» y se
refirieron a los dos desembarcos: «el del inmigrante en Canarias y el del
empresario en África, que no están desvinculados».
Según informa la agencia de noticias Veritas, ambos prelados
participaron en un coloquio que tuvo lugar en Las Palmas de Gran Ganaria,
organizada por el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias
(ISTIC) y el aula Manuel Alemán de la Universidad de Las Palmas. Los
obispos canarios criticaron el enfoque predominante en el tratamiento de
la inmigración, «no sólo en lo que respecta a la xenofobia o el rechazo al
extranjero», sino también el discurso «aparentemente bienintencionado que
defiende la necesaria mano de obra inmigrante para mantener la economía de
las sociedades opulentas de consumo».
Cooperación con el islam
Refiriéndose a su experiencia personal en Burkina – Fasso, monseñor Cases
puso el acento sobre lo que significa literalmente «morirse de hambre» y
consideró que «las situaciones de neocolonialismo europeo e internacional
sobre África son las verdaderas causas de la inmigración desesperada».
Los obispos canarios indicaron que son pocos los medios de comunicación que
se percatan de lo que está en juego esencialmente, «el futuro de África»:
«África y su pobreza son el tema principal que debe ocupar en este
contexto al cristiano». En ese acercamiento «urgente» a África, «se hace
central la solidaridad y la cooperación religiosa, social y espiritual con
el Islam, lo cual implica también señalar las posibilidades que tienen los
países islámicos de colaborar en la erradicación de la pobreza en el norte
de África», aseguraron.
Monseñor Cases concluyó recordando
que «la responsabilidad y hospitalidad del necesitado más allá de los
cuarenta días que permanecen en los centros de internamiento son tareas
ineludibles para los católicos».
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