«La represión marroquí desencadenó la avalancha»

Un año después del asalto masivo a la valla de Ceuta, sus protagonistas afirman que se improvisó tras las continuas redadas

La Razón, 29-09-2006

ceuta – La madrugada del 29 de septiembre de 2005, hace hoy justo un año,
los 1.000 pobladores del campamento de inmigrantes subsaharianos de
Beliones, a apenas 2 kilómetros en línea recta de la frontera de Ceuta,
firmaron su acta de defunción ¿definitiva? al lanzarse en avalancha sobre
su vallado. Doce meses después aún persisten muchas incógnitas sobre el
móvil de aquel corto y desesperado viaje con un centenar de escaleras de
madera, aunque no sobre el dramático resultado final, del que LA RAZÓN
ofrece hoy unas imágenes inéditas.
«No todos de los cerca
de 1.000 inmigrantes que vivíamos en Beliones éramos «clandestinos», se
esfuerza en aclarar desde Suecia aún hoy el presidente del Consejo de
Inmigrantes Subsaharianos en Marruecos (CISM), el congoleño Placide Nzeza.
«Esa versión es parte de la intoxicación hipócrita de la política
migratoria de la UE. También había solicitantes de asilo y refugiados
políticos documentados por el Alto Comisionado de las Nacionales Unidas
para los Refugiados (Acnur)». Nzeza era uno de estos últimos. Eso le salvó
la vida. «¿Qué movió a los inmigrantes a hacer el asalto masivo?», se
pregunta retóricamente Nzeza. «Sólo el que vivió en el bosque los dos
meses previos puede responderla. Yo estuve allí y aseguro que las
autoridades y los medios de comunicación que han dicho que fue un acto
premeditado se equivocan. La avalancha fue la consecuencia de la terrible
presión policial marroquí», contrapone. «La vida se había vuelto
insoportable. Cada noche había una redada que nos obligaba a escapar hacia
las 2:30 horas y escondernos a 5 kilómetros de distancia con nuestras
pertenencias, un bidón de agua, una lámpara y un bizcocho hasta que se
hacía otra vez de noche».
Disparos en la zona marroquí
La Central Operativa de Servicios (COS) de la Guardia Civil en Ceuta lanzó
la primera alarma relacionada con la avalancha a las 2:45 horas para pedir
colaboración a la Policía Nacional y Local. A los pocos minutos, según las
fuentes consultadas, 16 agentes de la Policía Local y media docena de la
Nacional llegaron a la zona. «Al llegar aún se escuchaban disparos en la
zona marroquí», recuerda uno de estos agentes que califica la escena que
se encontró allí como «impresionante». «Había decenas de personas tiradas
en el suelo inmóviles que podían ser cadáveres o heridos y que hubo que ir
viendo uno por uno. Encontramos dos muertos», relata. El juez de guardia
ya había pasado por el perímetro para el levantamiento de los dos
cadáveres que habían quedado en territorio español (otros tres cayeron en
Marruecos, desde donde corrió durante horas el rumor nunca confirmado de
la existencia de un cadáver de un bebé subsahariano) y la gran pregunta
por resolver era ya ¿quién mató a los subsaharianos?
Un policía local desplazado a la frontera lo corrobora sin matices:
«Vimos cómo un guardia civil tuvo que refugiarse en su garita para
protegerse de los disparos marroquíes, que llegaron a impactar en ella»,
asegura. «Un compañero preguntó a un gendarme si estaban usando fuego real
y respondió que sí, pero que todo estaba controlado, aunque fue
recriminado tanto por utilizarlo como por la dirección de los disparos»,
testifica. Placide defiende otra versión: «Cada vez que nos acercábamos a
la valla nos gritaban «Kitota, ¡hínchate de caucho!» y disparaban sus
armas. No niego que Marruecos disparó a los inmigrantes, pero estoy
dispuesto a declarar junto a los supervivientes ante cualquier tribunal
del mundo que fue la Guardia Civil quien disparó primero», insiste a pesar
de que las autoridades del país vecino reconocerían días después su
responsabilidad en las muertes.
De los entre 800 y 900 inmigrantes
que participaron en el salto sólo 216 consiguieron su objetivo.
Paradójicamente, 3 hindúes hacían lo mismo, por la vía marítima, a la
misma hora, con resultado diametralmente opuesto. Entraron en Ceuta y
preguntaron dónde estaba la Comisaría. Se presentaron allí y se
identificaron, pero nadie les hizo caso: todos estaban buscando «negros»
en el monte.

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