Padua alza un muro contra un gueto

La construcción de una barrera para aislar a los traficantes de droga polariza el debate sobre la inmigración en Italia

El País, 28-09-2006

ENRIC GONZÁLEZ – Padua
En Padua, no muy lejos del bellísimo centro histórico, se alza un muro metálico de 84 metros de longitud y tres de altura. Para gran parte de la derecha y para la izquierda radical, se trata de una barrera racista que forma un gueto intolerable en una zona habitada por inmigrantes. Para otros, sobre todo para el Ayuntamiento de centro-izquierda, que levantó la barrera a finales de agosto, el muro sólo encierra a los traficantes de droga (casi todos extranjeros) y protege a los vecinos (casi todos extranjeros), mientras el barrio es reurbanizado. Entre polémicas y protestas callejeras, el muro de Padua, una de las capitales de la zona más rica de Italia, polariza el debate sobre la inmigración.

El muro de la calle de Anelli es un monstruo de metal gris que sugiere una situación carcelaria dentro de las casas que se alzan detrás. Los edificios son conocidos como La Serenissima, un nombre irónico para unos inmuebles degradados hasta lo indecible. Donde se acaba el muro hay dos furgonetas de policía. “Es un check-point, un paso fronterizo, como si fuéramos palestinos en Israel o peor, reclusos en una prisión”, afirma Michael Nancy, un residente nigeriano. Paolo Manfrin, italiano, presidente de la asociación vecinal, dice todo lo contrario: “El muro y la policía nos dan tranquilidad y por primera vez en más de una década nos atrevemos a salir sin miedo de nuestros apartamentos”.

En el Ayuntamiento, dirigido desde 2004 por una coalición de centro-izquierda, se exasperan cuando se les habla del muro. “Nuestro objetivo es acabar con el mayor supermercado de la droga en el noreste de Italia y proporcionar una vida más digna a unos inmigrantes que pagan hasta mil euros mensuales por un cuchitril de 28 metros cuadrados, sin calefacción ni agua caliente. ¿Eso es discriminación? ¿Eso es racismo? En vía Anelli existe un gueto y queremos acabar con él”, proclaman.

La historia de La Serenissima, comenzó en los años setenta. Los edificios de pequeños apartamentos fueron construidos para alojar a estudiantes de la universidad local. Una década más tarde, sin embargo, las viviendas, de 28 metros cuadrados y rentas módicas, estaban ya ocupadas por prostitutas. Italianas al principio, inmigrantes después. Hacia 1995, la situación volvía a ser distinta: las prostitutas habían desaparecido y los apartamentos, cada vez más degradados y más caros, alojaban a inmigrantes legales e ilegales. Los propietarios de las viviendas descubrieron que no hacer preguntas era un gran negocio: muchos clandestinos estaban dispuestos a pagar entre 500 y 1.000 euros por un apartamento inmundo, que debían compartir entre cuatro, cinco o seis, a cambio de que no se pidieran papeles. El siguiente paso fue la llegada de los traficantes de droga.

En 2004, cuando el centro-izquierda sustituyó al centro-derecha en el Ayuntamiento de Padua, el nuevo alcalde, Flavio Zazonato, militante del Partido de los Demócratas de Izquierda (ex PCI), decidió que había que acabar con aquel tumor. Las redadas se hicieron frecuentes, pero vendedores y compradores de droga escapaban hacia las casas vecinas, lo que provocaba el pánico de sus habitantes. Se instaló una valla de red metálica que resultó demasiado frágil. Los vecinos legales de La Serenissima y los de los edificios próximos protestaban contra una situación infernal. El Ayuntamiento empezó a cerrar bloques de La Serenissima y a realojar a sus ocupantes en viviendas de renta protegida, con vistas a reformar o demoler el complejo. Hasta ahora han sido reubicadas más de 100 personas en distintas zonas de la ciudad, y ninguna de ellas, subraya Daniela Ruffini, concejal de Urbanismo e Inmigración, ha causado problema.

El 26 de julio, dos bandas de traficantes, una nigeriana y la otra marroquí, se enfrentaron dentro de La Serenissima. La policía evitó que hubiera heridos graves. Para el alcalde, ésa fue la gota que colmó el vaso. Sucesivos choques de bandas en los días siguientes le convencieron de que había que aislar la zona. Y ordenó que se levantara el muro. “La barrera sólo existirá hasta julio próximo, para entonces habremos reubicado a todo el mundo y empezaremos los trámites de reurbanización, expropiando si es necesario”, declara la concejal de Urbanismo.

Muchos vecinos de La Serenissima se declaran aliviados, aunque, con más dificultades que antes, siga el comercio de estupefacientes. No sólo se muestran felices italianos como Paolo Manfrin. Muchos inmigrantes de origen africano reconocen que el muro y la policía han mejorado su vida. Otros protestan, apoyados por la oposición municipal y por el Gobierno regional, de centro-derecha. El presidente del Veneto, Giancarlo Galan, de Forza Italia, habla del “Beirut de occidente” y del “nuevo muro de Berlín”.

En esa batalla, el centro-derecha cuenta con aliados inusuales: grupos radicales antiglobalización, como Los Desobedientes, provocaron protestas violentas. El domingo pasado intentaron derribar el muro con un ariete y se enfrentaron a la policía. Fue una batalla con peleas cuerpo a cuerpo, concluida con numerosos heridos leves y cuatro detenciones. El otro bando tampoco cede y el sábado próximo, coincidiendo con el inicio del Ramadán, se celebrará una manifestación convocada por inmigrantes nigerianos, marroquíes y senegaleses, esta vez a favor del muro y contra el tráfico de droga.

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