Se vende inmigrante

El País, 28-09-2006

BENJAMÍN PRADO
Sentado en una terraza del paseo de Recoletos, donde miraba montar las casetas de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, Juan Urbano partió en dos la palabra “oportunismo” y vio que una de sus mitades era hija de la oportunidad y la otra del cinismo. Al ser, como todos ustedes saben, filósofo, sentimental y del Real Madrid, esa mañana se sentía al mismo tiempo indignado, caprichoso y eufórico. La euforia era, por supuesto, consecuencia del cinco a uno que había logrado su equipo contra el Dinamo de Kiev, en el último partido de la Copa de Europa. El capricho que empezaba a dominarlo era el de ir el viernes, a primera hora, a buscar maravillas a esa feria donde, cada año, encontraba alguna primera edición de sus pensadores favoritos, alguna revista de época o algún tomo raro cuya búsqueda le producía un placer que podría medirse en hectáreas y cuyo encuentro lo emocionaba hasta ponerle nostálgico, porque siempre imaginaba las horas de trabajo, estudio y falta de sueño invertidas en cada página de esos volúmenes ofendidos por el paso del tiempo.


La indignación le había saltado encima desde el periódico, igual que siempre. Ya lo conocen: es que Juan se pasa la vida forcejeando con las noticias lo mismo que Tarzán con los cocodrilos.


Esta vez, el asunto era la inmigración y el modo en que algunos políticos lo usan desde el oportunismo, que es una bandera de todos los colores que puede mover cualquier viento, venga de donde venga. Porque si unas declaraciones del secretario de Organización del Partido Socialista, José Blanco, en las que manifestaba que el mercado laboral no puede absorber más inmigrantes, lo habían dejado perplejo, otras del consejero de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid, Juan José Güemes, que venían a decir justo lo contrario, lo pusieron hecho un basilisco. Entre ambas, y dado que para entonces los pobres inmigrantes ya se habían convertido en pelotas de tenis que los adversarios del PSOE y el PP intentaban colocar en el campo del rival, se había colado otra del presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, José María Cuevas, que cuestionaba las de Blanco y, a modo de conclusión, afirmaba que “nadie sabe de verdad qué es lo que puede absorber un determinado mercado”, lo que a Juan Urbano le hizo exclamar: “¡Pues si no lo sabes tú, que eres el que lleva la esponja!”.


Mientras los libreros de la Feria del Libro Antiguo acarreaban cajas y, poco a poco, iban colocando el género en las estanterías y los mostradores de sus casetas, Juan se puso absolutamente Inmanuel Kant y ponderó: “Así que, por lo que parece, el consejero de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid se le ha caído a Rajoy del caballo, porque mira que resulta raro que el PP se convierta, de pronto, en el Cid Campeador de los inmigrantes”.


Claro que Güemes dijo eso de que “si la Comunidad de Madrid mantiene su ritmo de crecimiento económico, necesitará incorporar a su mercado laboral, de aquí al 2010, a medio millón de personas más, que en su mayoría serán inmigrantes”, en la inauguración de la I Feria del Trabajador Inmigrante, y ya sabemos que algunos políticos tienen camaleones en la lengua, de modo que si pasan por Hacienda prometen bajar los impuestos y si van al zoológico prometen comprarle carne a los leones, pero aún así, a Juan le pareció que aquel blablablá constituía una paradoja del tamaño de Pontevedra.


Para confirmarlo, abrió su agenda y repasó algunas frases del jefe de Güemes, Mariano Rajoy, que había copiado de los diarios y que, en resumen, venían a decir una y otra vez lo mismo que ésta, que había subrayado en un rojo iracundo: “Un exceso de inmigración provoca marginación y delincuencia”. O sea, pura xenofobia. “Así que tenemos dos opciones: o Güemes quiere jugar con los pies dentro de un equipo de baloncesto”, se dijo Juan, poniéndose reflexivo, “o es que aunque el cinismo sólo tenga cinco letras del oportunismo, manda en él mucho más que la oportunidad, que tiene seis”.


Y con esa frase, se levantó y echó a andar hacia su casa, pensando que si, cuando ocupaba el Gobierno, el PP no hubiera tenido deambulando por el país a miles de inmigrantes en situación ilegal, las cosas tal vez habrían empezado a arreglarse hace más tiempo y ahora no tendrían que estar clamando contra lo que llaman el “efecto llamada”, una expresión que igual a Sigmund Freud le había parecido que revela lo que piensa esta gente que es la inmigración: una plaga. O eso o que, una vez más, la perorata de Güemes le ha dado la razón al novelista John Steinbeck, que sostenía que “de todos los animales de este planeta, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir”.

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