LAS TESIS MÁS DURAS de la extrema derecha respecto a la políticas migratorias y la restricción de los derechos de los refugiados se han impuesto en Suiza con contundencia. Los suizos han respaldado en referéndum con un amplio margen (67,8% y 68%), las dos propuestas de la ultraderechista Unión Democrática de Centro sobre las leyes de Asilo y Extranjería. La primera contempla la negación de asilo al solicitante que no sea capaz de presentar en menos de 48 horas la documentación precisa, lo que en la práctica significa la denegación de tal derecho en casi todos los casos. La segunda otorga rango de Ley a la práctica del país de favorecer la inmigración de los países de la UE, Noruega, Islandia y Liechtenstein, en detrimento del resto.

TRAS LOS RESULTADOS DEL referéndum del domingo, Suiza se convierte en uno de los países más impermeables a la inmigración, lo que ha desatado una oleada de censuras internacionales, desde la UE hasta la ONU pasando por todos los organismos que trabajan en el terreno de los derechos humanos. Resulta digno de estudio que un país cuya población procede en un 20% de la inmigración, que no tiene peores problemas al respecto que otros de su entorno, y en un momento en el que el número de peticiones de asilo ha disminuido en Europa hasta su punto más bajo desde 1987, haya decidido por una gran mayoría en las urnas amurallar legalmente sus fronteras hasta convertir su tradicional neutralidad en aislamiento. Los suizos están siendo calificados de insolidarios, xenófobos o racistas, cuando siempre han constituido una sociedad plural y abierta. Da que pensar el resultado de este referéndum y es de temer que el ejemplo, el mal ejemplo, cunda en otras sociedades a las que pueden hacer percibir la llegada de inmigrantes como un riesgo para su actual estatus. Lo de Suiza ha sido la victoria de las tesis de la ultraderecha. Harán bien los políticos en ponerse a trabajar cuanto antes para que la ola no alcance a Europa.