Inmigración en Suiza
La Vanguardia, 26-09-2006SUIZA ha cerrado la puerta a los extranjeros no europeos al aprobar, en referéndum, unas leyes de inmigración y asilo drásticamente restrictivas. Unas medidas que la Unión Europea ha declarado incompatibles con su legislación, a pesar de que aquel país no está integrado en la comunidad, y que organizaciones humanitarias, la Iglesia o la izquierda califican de claramente xenófobas.
Con un altísimo apoyo (68%) en la consulta, Suiza ha decidido no conceder asilo a aquellas personas que en 48 horas no aporten una tarjeta de identidad o un pasaporte. Asimismo, cualquier inmigrante no europeo sin papeles podrá ser expulsado sin apelación y, en caso de resistencia, puede ser encarcelado durante dos años. Sólo se concederá permiso de trabajo para aquellos puestos a los que no opte otro trabajador suizo o europeo, una situación que ha levantado numerosas protestas por considerarla claramente discriminatoria.
De hecho, las propuestas aprobadas proceden de la derecha populista y antieuropeísta, la Unión Democrática del Centro (UDC), que dirige el millonario de Zurich Christoph Blocher. Ya en el año 2003 fue el grupo más votado en Suiza tras convertir lo que calificaba de abusos del derecho de asilo en un obsesivo caballo de batalla electoral. En Suiza, un 20% de sus 7,5 millones de habitantes son extranjeros. En 1970, el porcentaje de foráneos ya era del 16%, por lo que el fenómeno de la inmigración ha estado siempre muy presente y ha sido objeto de agrias polémicas políticas.
El alto apoyo conseguido a una legislación tan restrictiva se interpreta como un reforzamiento de los grupos más derechistas y xenófobos ante el fenómeno de la inmigración. Un sentimiento que, a pesar de que las demandas de asilo en Suiza habían caído en los últimos años, se ha incrementado ante el miedo que genera la globalización en algunos sectores sociales y también con las recientes imágenes de la inmigración ilegal a las islas Canarias o al sur de Italia. Ello coloca a la UDC en condiciones de repetir y ampliar su victoria electoral en las legislativas del otoño del 2007.
El masivo apoyo de los suizos a estas leyes tan restrictivas obligan a reflexionar. Mientras Le Pen canta victoria en Francia y parecen reforzarse las tesis más restrictivas de Sarkozy, es evidente que se engañan aquellos suizos (y europeos) que pretenden que la inmigración desaparezca de su país. Pero también es cierto que el fenómeno obliga a unas políticas realistas con el fin de no reforzar los riesgos que conlleva.
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