Dos años
Las Provincias, 26-09-2006RAMÓN PALOMAR/
Mientras el tam – tam del nuestro fabuloso efecto llamada retumba hasta alcanzar los más recónditos rincones de la sabana y la selva, nuestros queridos suizos, ese pueblo pulcro, formal, espabilado y discreto, sobre todo muuuuy discreto, arrea un zarpazo en su legislación y así, a los ilegales que se nieguen a ser repatriados, les enchufarán dos años de gastos pagados en régimen de pensión completa allá en un trullo con magníficas vistas a los Alpes. Dos años de jaula. Oui.
A la Suiza de los secretos bancarios, del reloj de cuco (me niego a recordarles la frase de Orson Welles en El tercer hombre, seguro que la conocen), de los señores con pinta de abuelito de Heidi y de las tazas humeantes de puro chocolate, no le tiembla el pulso a la hora de blindar sus fronteras, no sea que, de repente, hordas de sin papeles crucen sus fronteras precipitándose a traición desde las montañas nevadas sobre unas tablas de snowboard o, vaya usted a saber, flotas de pateras atraquen en alguna playita del bello lago Leman, rompiendo así la estampa de sosa postal de tan lindo paraje. El suizo es un hombre precavido, de ahí que prefieran acometer medidas férreas antes de que el problema les estalle bajo las gafas de preciosa montura de platino. Por su parte, y siguiendo en el área francófona, nuestros vecinos los franceses enviarán su armada frente a las costas de Senegal para evitar que zarpe esa masa de cayucos que tan bien conocemos. ¿Y qué hace España mientras media Europa se moviliza? Pues el ridículo, el tolili, el memo, el Tancredo, la avestruz. Nuestro papel huele a puro bochorno, pero tranquilos todos, el mágico talante zapateril junto a unas gotas excelsas de la prestigiosa Alianza De Las Civilizaciones nos sacarán del apuro. Estos suizos, estos franchutes, bah, pobre gente, es que no se enteran…
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