El sueño español de un emigrante ecuatoriano acaba en tragedia

ABC, 26-09-2006

De regreso a su país, Patricio quería compartir su suerte con sus familiares, amigos

y vecinos

ABC

QUITO. Se han contabilizado un total de 47 víctimas mortales, entre ellos una veintena de niños. El accidente se produjo unos 45 kilómetros al sureste de Quito, en un tramo que une la capital ecuatoriana con el sector de Papallacta, en una carretera típicamente andina: estrecha, sin asfaltar, llena de curvas y en mal estado. En el interior del autobús viajaban 52 ecuatorianos de todas las edades, incluidos pequeños y ancianos, 40 de los cuales pertenecían a una misma población, Sangolquí, situada en el Valle de los Chillos, que ha quedado conmocionada por el accidente.

La persona que alquiló el autobús había emigrado hacía tres años y nueve meses a nuestro país, España, para prosperar en la vida. Su nombre era Patricio Gutiérrez, tenía 37 años, «trabaja en una empresa construyendo toldos y carpas, en Valencia, y decía que tenía un buen jefe», dijo Rosa Gutiérrez, su tía. De regreso a Ecuador, quería compartir su suerte con sus familiares, amigos y vecinos. Había pagado un autobús escolar con la idea de transportar a sus invitados hasta Papallacta, donde había planeado celebrar una fiesta «mucho antes de que él viniese», agregó Rosa.

Papallacta es un lugar de ensueño ubicado en la cordillera de los Andes, muy cerca del comienzo de la Amazonia ecuatoriana, una zona llamada la «tierra del horneado» por sus sabrosos «chanchos» (cerdos) asados y muy conocida por sus balnearios de aguas termales en plena naturaleza, desde donde se pueden realizar excursiones o pesca deportiva con la presencia de numerosas lagunas e imponentes volcanes.

En el camino de vuelta

Allí habían disfrutado muchos, sin saberlo, de la última noche de su vida. Nadie podía prever que, en el camino de vuelta, llegando a la zona de La Virgen, el autobús, demasiado acelerado (la Policía sostiene la tesis de que el vehículo superaba el límite de la velocidad permitida), iba a encontrarse con una curva diferente a las demás.

De repente, una frenada desesperada (hay huellas en la carretera de una longitud de 160 metros, que atestiguan un interminable derrape), una curva muy cerrada (conocida como la «curva de la muerte» por sus siniestros antecedentes) y una inclinación fatal del terreno (fuera de la calzada) hicieron que el autobús se empotrara contra un talud, partiendo el vehículo en dos y aplastando el techo contra las cabezas de los ocupantes .

Un equipo de rescate formado por treinta miembros tuvo que emplearse a fondo para sacar los cadáveres (incluido el del conductor y el del propio Patricio, su madre y tres hermanos) y a los únicos supervivientes, cinco niños (otro hermano de Patricio se salvó) de entre 6 y 11 años, que fueron llevados al hospital infantil Baca Ortiz de Quito, donde permanecen bajo observación.

Alrededor del amasijo de hierros, muchos curiosos observaban la cantidad de objetos que quedaron desparramados por el suelo: maletas abiertas, prendas de ropa, pelotas y botellas de cerveza. Una de las causas que todavía se barajan es la ingesta de alcohol por parte del conductor, aunque tampoco se descarta un fallo mecánico.

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