La Delegación del Gobierno de Ceuta pide ayuda a la Iglesia para el traslado de ilegales

ABC, 26-09-2006

CARMEN ECHARRI

CEUTA. La Delegación del Gobierno en Ceuta ha mantenido ya los primeros contactos con la Iglesia y con la hermandad franciscana de Cruz Blanca para iniciar en breve los traslados de inmigrantes desde el Centro de Estancia Temporal ceutí (CETI), que acoge a más de 600 clandestinos, y que se encuentra completamente masificado ante la llegada constante de inmigrantes asiáticos.

El bloqueo de salidas de indocumentados a la Península debido a los colapsos registrados en los centros de internamiento, junto con las llegadas de sin papeles a la Ciudad Autónoma, están incidiendo directamente en la presión migratoria que empieza a padecer la Ciudad, lo que ha motivado esta peculiar «llamada de auxilio» desde la Administración central a la Iglesia.

La Diócesis dispone en Ceuta de un viejo colegio, el de San Antonio, que fue transformado el pasado mes de agosto en un pequeño campamento con 30 plazas, sanitarios, duchas e incluso habitaciones amplias que sirven para la acogida de familias. Por aquel entonces, la Iglesia se mostró dispuesta a facilitar la acogida de indocumentados, bien en momentos de emergencia o bien en situaciones de masificación del CETI como sucede en Ceuta.

Según ha podido saber ABC, se han producido ya las primeras conversaciones, aunque no se ha especificado la fecha en la que comenzarán a realizarse estos primeros traslados. «Sólo nos han dicho que estemos preparados, pero no sabemos cuándo empezaremos a recibir a los primeros inmigrantes», apuntan fuentes religiosas.

La intención oficial no es otra que trasladar, al menos, a 30 inmigrantes al colegio de San Antonio, ubicado en la barriada de Juan Carlos I. Asimismo, también se está interesado en volver a ocupar las habitaciones que tiene la hermandad franciscana de Cruz Blanca, así como el comedor que ya estuvo operativo el pasado año tras la crisis migratoria sucedida en la ciudad provocada por el asalto al perímetro con Marruecos por más de 500 inmigrantes subsaharianos, que escapaban a la desesperada de una batida ejercida por la Gendarmería marroquí.

Esta situación migratoria que podría tildarse de «controlada», se completa con el campamento clandestino que está creciendo en las escolleras del puerto ceutí, habitadas por más de cien magrebíes que no están ni identificados por la Policía.

Este grupo ha constituido un auténtico asentamiento sin control que se dedica a practicar robos en el entorno portuario de la ciudad e intentar introducirse de manera clandestina en los ferrys que cruzan a diario el Estrecho.

Las entradas se realizan con total descaro, asaltando el barco en grupos numerosos que provocan la actuación de las Fuerzas de Seguridad a las que se enfrentan lanzándoles piedras para repelar el material antidisturbio. La Policía estima que son más de cien los inmigrantes y que la gran mayoría son marroquíes que ocultan su auténtica identidad para evitar ser devueltos de manera inmediata por la frontera del Tarajal que separa Ceuta de Marruecos, en aplicación del tratado de devolución en vigor desde 1992 entre ambos países.

Armas, cuchillos y piedras

«Ahí donde los ves ocultan armas, cuchillos y piedras más grandes que mi mano. Se dedican todo el día a robar o a esperar, sentados, a que llegue el barco para intentar meterse. Todos los días lo mismo», asegura uno de los comerciantes de la zona portuaria, convertidos en víctimas directas de esta situación.

Como solución pretendida por la Administración para terminar con este asentamiento, la Autoridad Portuaria de Ceuta ha anunciado la construcción de un vallado en las escolleras que pretende servir de obstáculo para evitar ese asalto a los barcos, así como para frenar los actos vandálicos contra los comerciantes y personal de seguridad que trabaja en la zona.

Asimismo, Comisiones Obreras ha remitido una carta al Ministerio de Interior para exigir que se adopten medidas urgentes en el puerto, ya que los inmigrantes hacen hogueras y forman asentamientos muy cerca de depósitos de combustible y almacenes, lo que termina convirtiéndose en un factor de inseguridad para toda la ciudadanía.

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