Suiza cierra la puerta

El Correo, 26-09-2006

La Confederación Helvética acaba de aprobar por amplia mayoría una restrictiva legislación sobre inmigración que, aunque Suiza no pertenezca a la UE, tendrá una importante repercusión social en el resto de Europa. Fieles a su tradición de consultas populares, los suizos acudieron este domingo a las urnas convocados por los partidos de izquierdas y diferentes organizaciones humanitarias para frenar una normativa ya aprobada en el Parlamento por los conservadores; pero la respuesta ha sido tan contundente – casi el 70% de los votos emitidos – que el resultado deja pocas dudas sobre qué opina la mayoría social respecto al problema de la inmigración. Suiza ha decidido, sencillamente, enterrar el mito de su tradición humanitaria por propia voluntad.

La cuestión de la inmigración es percibida en todo Occidente como un problema agudo y en preocupante aumento, pero en Suiza – en donde un 20% de la población es foránea, y en algunas ciudades como Zúrich incluso muy superior – está claro que la situación había tocado techo. De ninguna otra manera se puede interpretar el hecho de que en un país donde la benevolencia respecto a la concesión del derecho de asilo ha sido proverbial, se haya pasado a tener la legislación al respecto más restrictiva del entorno. De hecho, y por coherencia con esa tradición humanitaria, la consulta abarcó, bien diferenciados, los dos asuntos: inmigración y asilo político. Y en ambos hubo una clara respuesta a favor del endurecimiento de las normas. A partir de ahora, y en virtud de su nueva ley de extranjería, en Suiza será poco menos que imposible la entrada de ciudadanos de terceros países que no sean de la Unión Europea y también solicitar asilo. De nada ha servido la movilización de la izquierda con sus argumentos de solidaridad hacia los más desfavorecidos. La asunción de unas políticas que se convertían voluntariamente – y con la mejor de las intenciones – en un verdadero coladero, han terminado por provocar en la población un hastío que ahora no tiene vuelta atrás. Quizá por ello, y para evitar portazos similares, sería más productivo afrontar el problema de la inmigración en la UE con la razón y no con el corazón.

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