Inquietud en Ariznabarra
Diario de noticias de Alava, 26-09-2006Inquietud en Ariznabarra
Un niño y un ciclista, ajenos a la información, pasan frente a Cruz Roja, donde están acogidos los menores.
La inseguridad parece haberse adueñado de los vecinos de Ariznabarra. La polémica generada en Nanclares de la Oca y Ribera Alta se ha trasladado hasta la propia capital alavesa. Los menores inmigrantes que aún no disponen de un centro de acogida y por el momento se encuentran en la sede de Cruz Roja, en Portal de Castilla, están generando, según los vecinos, numerosos conflictos en la zona, por lo que muchos esperan que se los lleven de allí.
La mayoría de los vecinos creen que el rechazo absoluto de ambos municipios a la creación de una entidad que los acoja está justificada, y es que, a pesar de que desde la Diputación aseguraron que los chavales no contaban con antecedentes en su historial, los comerciantes no lo tienen tan claro. “Dicen que no son problemáticos pero roban y amenazan”, comenta una de las trabajadoras de un bar de la zona.
Y es que los establecimientos hosteleros y los comerciantes son blanco fácil para los menores. Otra empleada de una cafetería de Portal de Castilla avala a su compañera. “Tienen que tener antecedentes y estar fichados por narices”, exclama indignada. Una llamada de atención a los menores cuando iban a comprar tabaco en una máquina expendedora de su local fue el detonante del calvario sufrido por la mujer. “Me dijeron de todo menos bonita y a raíz de eso me han estado buscando las cosquillas. Destrozaron los arbustos que teníamos en la terraza y las sillas nos las ponían en la carretera”, cuenta la vecina. Así, los cigarros se han convertido en el objeto de numerosas broncas. “Son muy prepotentes. La Ley Antitabaco impide que los menores lo compren y cuando les decimos que no pueden adquirirlo parece que te van a poner una pistola en el pecho”, sostiene un compañero de otro de los establecimientos hosteleros. Además, cree que las pintadas de su persiana también las han hecho ellos.
Moisés Báez es otro de los vecinos que ha sufrido el vandalismo en su propia carne, aunque en esta ocasión, le pilló in fraganti. “Un chaval de unos 15 años quería robar el sillín de la bici de mi mujer. Le quitó un tornillo y cuando me acerqué a él salió corriendo y lo tiró”, explica Báez. Además, asegura que la gente se queja mucho y en el Prado se escuchan muchas historias. Los vecinos sostienen que miran mal, dicen palabras obscenas, amenazan y roban. Así, muchos reconocen que la presencia policial ha aumentado notablemente desde que residen en Cruz Roja.
A la hora de buscar soluciones no todos lo tienen claro, aunque la mayoría aboga por buscarles otro sitio. “Los vecinos de la zona estarían contentos si los sacaran de la ciudad, pero los tienen que llevar a un lugar donde no existan vecinos a los que molestar”, comenta uno de los afectados.
No obstante, otros no los ven como un problema. “Hasta ahora no me han hecho mal y no me molestan”, arguye Antidio Ruiz, idea compartida por Blanqui Marroquín, que tiene una panadería en la misma calle Portal de Castilla. “Cuando vienen a comprar son correctos y están limpios y aseados. No me incordian, pero seguro que han hecho fechorías, como cualquier otro joven de su edad”, asegura.
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