Los primeros días de vendimia son los más duros
Las Provincias, 24-09-2006La aldea de Campo Arcís, en Requena, acoge este mes a decenas de temporeros llegados del Este Próxima parada, Requena. Estos días la localidad valenciana es el lugar de destino de muchos inmigrantes que responden a la llamada de los viticultores requenenses: se necesita con urgencia temporeros. Daniel, un joven eslovaco, es uno de los más de 1.000 extranjeros que se han trasladado hasta la comarca de Utiel – Requena para trabajar en la vendimia. Él, junto con siete compañeros más, comparte horas de trabajo, comidas y tertulias.
07.05 horas.
La aldea requenense de Campo Arcís se despierta con el amanecer. Es temporada de vendimia y el tiempo apremia. Daniel se levanta. Prefiere no acompañar a sus amigos en el desayuno, me reservo para el almuerzo, comenta. En la casa son ocho trabajadores. Aunque de diferentes nacionalidades, entre ellos no hay ningún problema, señala risueña una joven polaca. Ella ha venido a España acompañada de su suegro. De Polonia también ha llegado otro joven. El conjunto lo completa un grupo de cuatro chicos checos.
07.40 horas.
La furgoneta que les llevará a la cooperativa espera en la puerta de casa. Dentro aguarda con el motor encendido Antonio, el viticultor que ha contratado este año a más de 40 temporeros para todos los campos que posee. Él, al igual que otros agricultores, cede una vivienda particular para que los inmigrantes puedan pasar su estancia en la localidad mientras dura la vendimia.
07.55 horas.
Ya en la cooperativa el trabajo se reparte y hacia los campos de cepas se dirigen cuadrillas de 18 personas. Allí Daniel y los suyos se juntan con otros compañeros. Los idiomas no son un impedimento para Antonio: Nos entendemos bien por señas. Detrás de los coches, en procesión, salen también hacia la hacienda los tractores que más tarde cargarán la fruta.
13.15 horas.
Cada día sacamos 40.000 kilos de uva, detalla Antonio. Tal vez por eso se entienda el cansancio que los temporeros acumulan a lo largo del día. Es la hora de comer y por delante todavía quedan, al menos, tres horas cortando y cargando los racimos. Luz, agua, gas… todo pagado. Lo único que corre a su cargo es la comida, explica José Luis Robredo, presidente de la sectorial del vino de AVA – Asaja. Él ha contratado a cuatro inmigrantes polacos que explica vienen expresamente de Polonia para vendimiar. No pasa lo mismo con Daniel, que vino de Tenerife, o Tomas, Marcel, Cenek o su compatriota Daniel, quienes llegaron de Barcelona y Valencia.
15.00 horas.
Y de nuevo de casa al tajo. Cada día son ocho horas en el campo y al acabar la jornada quedan pocas fuerzas para salir. No obstante, de vez en cuando salimos a tomar una cerveza por el pueblo, confiesa Cenek con una media sonrisa.
15:45 horas.
A punto está de terminarse la jornada. Tan sólo media hora separa a los ocho jornaleros de una ducha merecida. Tierra en los zapatos, tinte de uva en manos y ropa… heridas de guerra de un arduo día vendimiando. Sin embargo, no resulta tan fatigoso. Al menos eso piensa el joven eslovaco: Los primeros días son los más duros.
22.00 horas.
Pese a la proximidad de los tres países de donde provienen los jornaleros, cada uno se hace su comida. Lo que sí les reúne entorno a la gran mesa que preside el salón de la casa es una taza caliente de tila o café.
Allí, cuando el sol cae y la bobal se confunde en la oscuridad de la noche, los ocho hablan de su pasado mientras, sin saberlo, van tejiendo un presente en común que seguramente pasen a rememorarlo en la vendimia del año que viene. Algo que parece confirmarse al oír a estos jóvenes: vinimos a España porque hay trabajo y buena gente.
Cuando se consuman los 10 días que quedan de vendimia, cada uno recibirá el finiquito y cobrarán lo pactado: unos 47 euros por día trabajado. La temporada de recolecta reúne cada año a más extranjeros, un fenómeno, según los viticultores, se da porque los españoles no quieren trabajar en esto.
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