Una patera en el Ártico

La Voz de Galicia, 24-09-2006

Los poco más de 150 habitantes de Grise Fiord, un poblado inuit en la canadiense isla de Elsmere (a unos 1.200 kilómetros al norte del círculo polar ártico) y reconocido como el asentamiento humano más cercano al Polo Norte, no podían salir de su asombro cuando el pasado lunes vieron llegar a puerto una pequeña embarcación de motor con un único tripulante. Al principio pensaron que se trataba de un osado aventurero, pero la conducta del recién llegado no tardó en despejar sus dudas.


Nada más amarrar el bote, de apenas cinco metros de eslora, con una cabina cerrada y equipado con un rudimentario sistema de navegación por satélite (GPS) y un pequeño motor, el recién llegado intentó vender la embarcación a alguno de los residentes, que viven casi en exclusiva de la caza y de la pesca. Según sus palabras, había zarpado el 11 de septiembre de Qaanaq (en la costa oeste de Groenlandia) y su intención era, al parecer, la de dirigirse cuanto antes a Toronto, situada unos tres mil kilómetros más al sur.


Sus intenciones se vieron frustradas cuando, al cabo de un rato, la policía se presentó en el puerto y comprobó que el hombre no era un aventurero, sino un inmigrante que intentaba penetrar en Canadá de manera ilegal; un ciudadano rumano de 32 años cuya identidad no ha sido difundida, pero conocido por las autoridades canadienses.


El hombre había sido deportado a Rumanía en el año 2000, tras haberse visto involucrado en varios robos y asaltos. Su expediente no acaba ahí, ya que fue de nuevo deportado en el 2005, esta vez tras vivir de forma irregular en Estados Unidos.


En Grise Fiord, lo que más fascina a los residentes no es el currículum del aventurero, sino el hecho de que haya podido hacer frente, en tan pequeña embarcación, sin apenas comida ni ropa de abrigo, a una singladura de más de mil kilómetros en medio de témpanos de hielo. En declaraciones a la radio pública, uno de los residentes dijo que, a pesar de que en esta época las condiciones de navegación son relativamente buenas, la travesía debió de ser dura, ya que las hélices de la nave estaban dobladas y la cabina presentaba serios daños por el fuerte oleaje.


Mientras espera ser enviado a Ottawa antes de ser deportado, el ciudadano rumano podrá estar seguro de que el viaje de regreso a su país de origen, en avión y a cargo del Departamento de Inmigración canadiense, resultará mucho más confortable.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)