EL RETO DE LA INMIGRACIÓN

Séptimo intento de un senegalés de llegar a Europa

Tras seis intentos fallidos de alcanzar Europa, un joven senegalés espera una nueva oportunidad de conseguir su objetivo

La Vanguardia, 22-09-2006

Carla Fibla – Nuadibú

“Hay algunos que aunque son repatriados se sienten felices porque han logrado llegar; están tranquilos y ya pueden quedarse en casa”
Yosu, de 28 años, lleva casi doce meses en Nuadibú (ciudad costera al norte de Mauritania). Llegó cuando comenzaba el Ramadán, con la intención de dirigirse a los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla, pero los saltos masivos y la severa respuesta de las fuerzas del orden marroquíes le hicieron replantearse el trayecto. Prefirió esperar a que se calmasen las cosas y trabajar para reunir algo más de dinero con el que poder alcanzar las islas Canarias. Tras seis intentos fallidos de alcanzar Europa, Yosu espera a la séptima oportunidad de partir en cayuco rumbo a España.

A más de 1.000 kilómetros del océano Atlántico está su hermana Rama, que lleva diez años residiendo en Las Palmas, donde trabaja como taxista. Reservado y algo tímido, explica que ya ha intentado en seis ocasiones subirse a un cayuco. “La última vez fue la semana pasada. Era una piragua con 130 personas. Cuando me senté en el fondo mojado del cayuco cerré los ojos y pensé que íbamos a morir todos. Había demasiada gente”, relata Yosu desde un modesto habitáculo que comparte con otro senegalés en un barrio pegado al puerto, desde donde siguen saliendo los cayucos.

Apenas media hora después de que la embarcación se hiciera a la mar, la Marina mauritana los interceptó y remolcó hasta la costa. Siguiendo el procedimiento habitual, los llevó a la comisaría para intentar identificarlos, pero durante el traslado Yosu consiguió evadirse junto a otro inmigrante.

“Aquí es fácil pasar inadvertido. Cuando veo que la tentativa en la que he participado va a fracasar me detengo, me alejo del grupo, cojo un pescado muerto del suelo, y si alguien me pregunta le digo que tengo derecho a pasearme tranquilamente o que acabo de llegar de faenar”.

Mauritania tiene acuerdos con 16 países africanos para que sus ciudadanos puedan circular libremente mostrando únicamente un documento de identidad en la frontera. La situación de Yosu sería completamente diferente en Marruecos o Argelia, donde la policía no sólo detiene a inmigrantes sin papeles, sino que en las arbitrarias redadas ha habido numerosos casos de arrestos de demandantes de asilo o incluso de ciudadanos de origen subsahariano legales en el país.

Por la cabeza de Yosu se aceleran los recuerdos sobre la extrema dureza del periplo que miles de subsaharianos han emprendido durante los últimos meses desde la costa oeste africana.

“No sé cómo explicar el tremendo frío que he sentido en las piraguas. La primera vez, el organizador me dijo que fuera con ropa ligera para que así nadie sospechara de mi partida. Me metí en el cayuco a las 8 de la tarde y no me dejaron mover hasta que salimos a las 4 de la mañana. Luego hubo un problema entre los organizadores y cuando regresamos a tierra no podía moverme. Estaba paralizado de frío”, explica Yosu, quien asegura que ya ha gastado más de 3.000 euros (cada viaje cuesta ahora en torno a 700 euros).

“Necesito llegar a Europa. He invertido todos mis ahorros. No puedo renunciar a mi objetivo. No puedo echarme atrás”, sentencia para tras un largo silencio continuar: “Quiero vivir, me gusta la vida, pero no me da miedo la muerte. Hay algunos que aunque son repatriados se sienten felices porque por lo menos han logrado llegar. Están tranquilos y ya pueden quedarse en casa”, añade.

Yosu está preparando el viaje para regresar a Senegal. “Necesito recuperar fuerzas. Estoy agotado, pero volveré”. Yosu relata sobrecogido que ha visto a compañeros de viaje vomitar hasta escupir sangre y más tarde quedarse acurrucados en un rincón del cayuco hasta morir. No deja de repetir que lo que está ocurriendo es demasiado duro. “Los europeos no pueden imaginarse lo que hemos pasado cuando nos ven llegar a sus costas en las imágenes de la televisión. Hay demasiado sufrimiento para que puedan imaginárselo”.

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