Por el interés de... compartir una vida

Diario de noticias de Gipuzkoa, 20-09-2006

Por el interés de… compartir una vida

Nerea y Guni sonríen, ayer, en el mirador de Portaletas.Foto: i.Azurmendi


“Contigo , hasta la muerte”, le dijo un día Said a Nerea. Fue cuando ella supo que lo que sentía era amor y, aunque adivinó un camino duro y lleno de obstáculos, decidió que ya no había vuelta atrás y que lucharía por sacar adelante una relación socialmente rechazada.

Era Navidad, 23 de diciembre de 2005. Se conocían de mucho antes y, como buenos amigos, lo compartían todo. Pero entonces decidieron que no era suficiente y dieron el paso. Fue una zancada de gigante, puesto que poco tiempo después acordaron casarse. Claro que no todo iba a ser tan fácil. Ella es donostiarra, tiene ahora 19 años, y él es argelino y nació hace 28 años. Dos motivos de peso para convertir una sonrisa en una mueca de disgusto. “Me escapé de casa porque mi padre no lo entendía”, comienza a relatar Nerea Doiz. “Me preguntó: ¿qué haces con ese puto moro”, recuerda. “Moro no, argelino”, le corta Said Guni. Doiz sonríe con resignación antes de afirmar: “¡Qué más da! A la gente le da igual, sólo ve lo malo”.

Huyeron a Alicante, donde vive el hermano de Said, casado con una española. Doiz echaba de menos a su familia, pese al rechazo que su futuro marido había provocado en su padre y sus hermanos. Sólo la mujer del cabeza de familia (la madre de Nerea murió cuando ella tenía 13 años) lo entendía. “Mi padre interpuso hasta tres denuncias por desaparición. Cuando volvimos, retomé la relación con él, pero nunca ha sido muy buena. Sólo le importa que Said es argelino. Llegó hasta ofrecerme trabajo y dinero si lo dejaba con él”, asegura.

La vida, en general, no ha sido fácil para ninguno de los dos. Said, un sin papeles , ha vivido en la calle y en condiciones extremas. Nerea tampoco fue una joven modelo. “Fui rebelde y cuando conocí a Said estaba completamente inmersa en las drogas. Me pidió que dejara todo, y lo hice por él. Ahora ya no tomo nada, ni bebo alcohol, ni fumo. Tampoco como cerdo, pero hay cosas que no comparto de su cultura como el tampoco de la mía. La clave está en el respeto”, cuenta Doiz.

“Yo le pedí que dejara las drogas porque significa la muerte. La quiero”, asegura Guni con un pésimo castellano mientras acaricia su brazo.

En enero comenzaron a tramitar su solicitud de matrimonio, sin embargo, las cosas no fueron como esperaban. Tuvieron que presentar hasta tres veces los papeles de Guni – partida de nacimiento, empadronamiento de los dos últimos años y certificado del estado civil – . “Todo eran excusas, que si falta el sello del consulado, que si está equivocado, etcétera”, critica Doiz. Y los papeles cuestan dinero. El hermano de Said tuvo que vender el coche para costearlo.

Tuvieron que afrontar también entrevistas por separado. “Me preguntaron todos los nombres de su familia. Yo sólo me limité a decirles la verdad. No los conozco personalmente, pero sí les he escrito, he hablado por teléfono con ellos y también a través del ordenador. Desde el principio él quiso que conociera a sus padres”, afirma.

No es fácil contraer matrimonio con un extranjero. Ya lo denuncian colectivos como Sos Racismo y Cáritas. El abogado de esta última entidad, Abdulai Gueye, considera que en este último año ha constatado más casos de denegaciones “que nunca”. “Las medidas se están endureciendo. Existe la igualdad formal, es decir, legal, pero no cuando se trata de afrontar los trámites. La decisión de un funcionario será siempre subjetiva y, con las instrucciones que dicta la Dirección General de Registros y del Notariado, en la que se pone el acento en mirar con lupa estos procesos, inducen a sospechar”, critica, no sin antes recalcar que ya existen mecanismos legales para sancionar a quien burla la ley. “Los consideran a priori matrimonios sospechosos, aunque ni siquiera hayan cometido un delito”, añade.

Desde Sos Racismo también denuncian los prejuicios que influyen en estas decisiones. “Serán actuaciones legales, pero en la práctica se consideran abusivas. A veces, una decisión administrativa puede afectar a la vida de dos personas de forma trágica”, mantiene el colectivo.

Pese a esto, Said y Nerea consiguieron finalmente la cita. El próximo 20 de octubre, si la Fiscalía lo permite, “porque todavía cabe la posibilidad de que lo denieguen”, contraerán matrimonio. “Yo sólo quiero llevar una vida normal con él. Que pueda trabajar y volver a su país, pues hace tres años que no ve a su madre, enferma de diabetes y ciega. Cualquier día le llaman para decirle que se ha muerto y no puede ir”, señala compungida Doiz.

Por su parte, Guni reconoce que al principio vino tan obsesionado por los papeles, que le daba igual la forma de conseguirlos, incluido casarse con una mujer cualquiera. Sin embargo, cuando vio a su hermano casarse por amor, se lo pensó dos veces. Ahora sólo exige respeto y unos papeles que le permitan volver a trabajar y así poder mudarse con Nerea a un piso donde empezar una nueva vida. Con el sueldo de ella, camarera en el María Cristina, apenas sobreviven. Nerea lo resume así: “También discutimos, pero, ¿no le ocurre eso a todas las parejas? Salimos del bache como podemos. No sé si será un matrimonio para toda la vida, pero sí puedo decir que nos casamos por amor. Ojalá algún día mi familia pueda comprenderlo”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)