Perfiles de la inmigración
El Correo, 18-09-2006POR RAFAEL RUBIO PERIODISTA ECONÓMICO
POR FEDERIO ABASCAL PERIODISTA
El presidente Rodríguez Zapatero ha elevado el fenómeno de la inmigración a prioridad de su Gobierno. Debe anticiparse que el problema carece de solución y sólo admite precarias medidas de tratamiento. Desde la primeras emigraciones africanas a Europa, cuando el proyecto de ‘homo sapiens’ sólo disponía de una cierta inteligencia trashumante, a la avalancha actual de cayucos subsaharianos hacia Canarias han transcurrido muchos miles de años, al final de los cuales los europeos modernos dedicaron su habilidad colonizadora a esquilmar los territorios africanos de subsuelo más apetecible. Y dando muy poco a cambio. De ahí que ahora lance la miseria subsahariana hacia las costas europeas legiones de seres humanos en busca de una forma de vida que la televisión digital muestra en los parajes más desiertos y pobres del mundo como un estímulo al consumo. No sólo se ha convertido el problema inmigratorio en la mayor preocupación de la sociedad española, según los sondeos, sino que también nuestra clase política empieza a dedicar sus desvelos al asunto. Y es bueno que un debate nacional, aunque entreverado de enzarzamientos partidistas, se ocupe de una cuestión que, si no soluciones, sí admite parches. La espectacularidad de las armadas de cayucos que salen este verano de las costas senegaleses demuestra que la ofensiva diplomática de España al sur del Sáhara no ha dado demasiado resultado, aunque ya hayan empezado las primeras repatriaciones. Canarias no sólo está ya saturada de inmigrantes, sino a punto de desbordamiento o desbordada, lo que le da al problema un punto de dramatismo añadido, pero eso no debe ocultar la realidad norteafricana. Y esa realidad muestra que el número de pateras que salían de las costas marroquíes hacia las playas andaluzas ha descendido muy notablemente, como si el problema en esa zona se hubiera controlado. Dicho de otra manera, la diplomacia española ha obtenido en Rabat la comprensión de las autoridades de la monarquía alauita, y ello hace suponer que al problema inmigratorio se le pueden poner parches. El parche a la inmigración irregular desde Marruecos se lo ha puesto el buen estado de las relaciones bilaterales Madrid – Rabat, pero España carece de capacidad exterior suficiente para controlar unas fronteras que, siendo suyas, son también europeas. De ahí que el ministro Moratinos asegure que el problema tiene dos vectores, la UE y el continente africano, por lo que la comisión europea de Ayuda al desarrollo tiene la responsabilidad de que los países del África más pobre salgan airosos de su enfrentamiento a la pobreza, a sus dificultades económicas y a la endeblez institucional de sus gobiernos. Afortunadamente, la prensa europea más responsable ha tomado el asunto en sus editoriales y advierte de su gravedad y de la responsabilidad que a la UE le corresponde a la hora de tratarlo. Los últimos datos sobre el crecimiento económico español en la última década deberían hacernos matizar, incluso a los políticos, a la hora de hablar de la emigración. Según un informe de Caixa Catalunya, en nuestro país el total de bienes y servicios producidos (PIB), desde 1995 y hasta 2005, creció anualmente un 3,2% gracias a la emigración. Si no hubiera habido emigrantes nos habríamos empobrecido con un descenso del 0,6% del PIB. Por tanto, la emigración ha incrementado nuestra riqueza anualmente en un 2,6% durante ese periodo.
La llegada de emigrantes no sólo ha sido un factor decisivo para nuestro crecimiento económico, sino también imprescindible. El gran reto para una sociedad como la española es integrar a ese importante colectivo que tanto está contribuyendo a su desarrollo. Porque, como muy recientemente nos recordaba el vicepresidente económico, Pedro Solbes, habrá un cambio de ciclo, dejaremos de crecer tanto, y en esa coyuntura los emigrantes no deben constituir un foco de marginación.
Ciertos hechos en los barrios periféricos de las grandes ciudades españolas comienzan a ser preocupantes: se constituyen zonas y establecimientos de uso exclusivo para emigrantes de una procedencia concreta. Las experiencias de países como Francia y Alemania, que recibieron un flujo migratorio mucho antes que España, deberían servirnos para no cometer alguno de sus graves errores.
Para lograr tan importante reto, la emigración no puede abordarse sólo desde los intereses de un discurso político que pretende réditos a corto plazo, aunque los intereses no se perciban al cabo de un tiempo en forma de votos. Es necesario que los políticos incorporen la evidente aportación de la emigración al desarrollo español, incluso la de los ‘sin papeles’. Hay que hacer un discurso que recoja al tiempo los intereses de los empresarios que cifran en 400.000 la necesidad anual de emigrantes para mantener el crecimiento actual y las evidentes dificultades de su integración. O hay que reconocer que preferimos no crecer o crecer menos a cambio de blindar nuestras fronteras. En cualquier caso, es necesario matizar cuando se habla de emigración y no usar el lápiz grueso con el que suelen escribirse los discursos de los políticos.
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