Un juguete llamado libertad

Muchos pensábamos que los derechos no eran un regalo, sino una condición previa para que los ciudadanos a su vez asuman sus respectivas obligaciones

Diario Sur, 16-09-2006

HACE un par de semanas hubo (si se me permite la redundancia) una polémica en Cataluña, con motivo de la proposición no de ley planteada por IU y PSOE para que los extranjeros no comunitarios tengan derecho al voto en las elecciones municipales. Es decir, que quienes viven, trabajan y pagan impuestos en Cataluña puedan votar allí. Al parecer esta idea, tan natural a primera vista, ha resultado poco menos que aberrante para ciertos dirigentes nacionalistas. Felipe Puig, parlamentario autonómico de CIU y ciudadano de alcurnia, declaró con espanto que Cataluña «no está en condiciones de regalar derechos políticos». Muchos pensábamos que los derechos no eran un regalo, sino una condición previa para que los ciudadanos a su vez asuman sus respectivas obligaciones. Pero parece que nos equivocábamos, y le quedamos muy agradecidos al arraigado señor Puig por sacarnos de nuestro error. No hay nada como asesorarse con especialistas para entender en qué consiste ese juguete llamado libertad.

Pero oiga, pensarán ustedes, ¿estamos hablando de inmigrantes con papeles, no? Sí señor, eso es, con papeles en regla y empleos legales. Muy bien, dirán quizás ustedes, ¿entonces cuál es el problema de que voten? La respuesta de algunos dirigentes nacionalistas parece sencilla y, por qué no admitirlo, ingeniosa: ¿pues si ya tienen papeles, ahora qué más quieren! Pero todavía hay más. Resulta que la dichosa propuesta en principio sería válida sólo para las elecciones municipales, y además para los ciudadanos provenientes de países con los que España mantenga acuerdos de reciprocidad. Nada más. No parece gran cosa, ¿verdad? Pues el arraigado señor Puig, erre que erre: hay que tener cautela, dijo, porque esta decisión podría ser «una amenaza para el proyecto de país». Lo que no aclaró es en qué consiste exactamente ese proyecto de país que se vería amenazado. En el fondo, creo que el arraigado señor Puig tiene razón: si algunos países son recíprocos con nosotros, peor para ellos. ¿Por qué demonios íbamos nosotros a tener que ser recíprocos con ellos?

Joan Saura, líder de ICV, tachó estas declaraciones de xenófobas y reaccionarias, pero yo creo que no conviene exagerar. Ya lo dijo el arraigado señor Puig: hay que tener cautela. Y trabajo. Y papeles. Y padrón. Y los impuestos al día. ¿Y qué más? Bueno, no se sabe seguro. Quizás algo llamado «voluntad de arraigo», vaporoso requisito apuntado por el consejero socialista Antoni Castells, y que imagino que consistiría en preguntarle al elector a pie de urna: «Oiga, ¿usted ha venido a votar porque se siente parte de esta tierra, sus gentes y costumbres, o viene sólo por joder la marrana?» Los expertos nacionalistas en libertad han ido más allá: antes de otorgarles el derecho a voto, proponen, habría que exigirles el previo conocimiento de la lengua, cultura e identidad catalanas, lo cual equivaldría a asegurarse de que los electores han sido convenientemente adoctrinados antes de proceder a votar con todita libertad. Y es que para votar hace falta cautela, tú, ofrecer ciertas garantías. Sugiero que lo llamemos «democracia con test».

Algunos pensarán que lo que temen el arraigado señor Puig y algunos de sus compañeros es que, con la legítima incorporación de determinados electores, los partidos nacionalistas empeoren sus resultados en las elecciones. Los extranjeros que viven y trabajan en Cataluña son ya casi un millón, más del 12% de la población. Caramba, ahora lo entendemos: «proyecto de país» significaba «estar en el poder». Lo triste es que fue precisamente CIU, con Pujol como última referencia, quien impulsó el catalanismo integrador y propició la llegada de numerosos inmigrantes que contribuyeron con su trabajo a construir una Cataluña más próspera. Me pregunto qué opinarán de todo esto los reivindicativos muchachos de ERC, partido cuyas siglas, si no estoy en otro error, anuncian a la izquierda en primer lugar, y a Cataluña en tercero.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)