Ebrima y el campo español

Las Provincias, 16-09-2006

Ebrima pagó 1.500 dólares, esperó muchas semanas y al final le dieron plaza de cayuco. Tuvo suerte en la ruleta rusa del mar y llegó vivo a Canarias. Así es que desde allí le trasladaron a Valencia, hace ocho meses ya. En el centro de Hosoju, mientras espera, transmite a nuestros reporteros la incipiente decepción que España le está causando: “Pensábamos que íbamos a tener trabajo en el campo y no es así”, asegura inquieto.


¿El campo, Ebrima? ¿Pero qué entiende este buen hombre por el campo? ¿Es que no hay nadie que le explique, por caridad cristiana, que el campo español está en recesión y se mantiene de milagro y que la agricultura valenciana padece una de las más profundas crisis de su historia? Que vaya el señor Aguado y que le acompañe el señor Brusca; que se hagan seminarios, conferencias y cursillos, aquí o en el Senegal. Que alguien les cuente a estos hombres el proceso que la agricultura valenciana está siguiendo, que les hable claramente de falta de rentabilidad y de deserción, de abulia, pérdidas, cansancio y renuncia. Que les lleve alguien de una oenegé a ver los campos de naranjos abandonados en espera del milagro de un PAI que tardará en llegar. Y que alguien explique que si uno reúne 1.500 dólares en Senegal es rico y puede emprender actividades rentables. Que esa cantidad es muchas veces superior a los microcréditos que con el esfuerzo de organizaciones internacionales se están concediendo a agricultores africanos emprendedores y a mujeres que en el tercer mundo se compran una máquina de coser y con eso viven. Que alguien se ocupe, por amor de Dios, antes de que sea tarde, de explicar a todos los Ebrima del Senegal que Europa no es Jauja y que el capitalismo es duro. Que los contados temporeros que consiguen emplearse en la cosecha de cítricos de nuestra ruinosa agricultura cobran mucho más que el hijo del dueño del campo, que es economista y está trabajando de becario en una multinacional, razón por la cual todo está en patas arriba y en crisis, Ebrima. Porque aquí, te lo juro, no hay mucho porvenir en el campo.

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