Juan Martínez y la pintura como un exorcismo
El artista jienense expone en Madrid su obra reciente, donde reflexiona sobre el hombre y la inmigración
El Mundo, 15-09-2006ANTONIO LUCAS
MADRID.-El artista jienense expone en Madrid su obra reciente, donde reflexiona sobre el hombre y la inmigración Antes de irrumpir en el papel o en la tela, el pintor Juan Martínez (Navas de San Juan, Jaén, 1942) deja que las ideas le vayan corriendo por la frente, recurre a sus filósofos escogidos, echa un vistazo a lo que sucede en el mundo o en el quicio de la calle y se lanza a la pintura como a un exorcismo para desatascar obsesiones.
Afirma que la pobreza de su familia ha sido un botín para su vida. Y lo explica: «Mis padres eran agricultores muy humildes y tuvieron que emigrar. Primero a Barcelona y más tarde a Suiza. Esa necesidad de prosperar me ayudó a conocer otras lenguas, otros lugares y me ha dejado una experiencia impagable, que es la de vivir en un sitio y en otro», dice.
Los trabajos de su última exposición, Ismo, que presenta en la Galería Amparo Gámir de Madrid (calle López de Hoyos, 15), los ha desarrollado en su estudio jienense, mientras mantiene en Suiza otro taller, donde ha preparado también algunas de las obras que presentará el próximo 6 de octubre en León.
Telas y papeles conforman la muestra madrileña de Juan Martínez. Y en ellos sobresalen las escenas de unos cayucos lineales, tomados más como metáfora que como paisaje, donde máscaras, calaveras y rostros se asoman a una angustia, llevan en los ojos el rumor amarillo del espanto. «Tengo el ojo puesto en la gente que no tiene rumbo», dice el artista. «Estamos en los primeros momentos de la inmigración. Es un proceso que otros países de Europa ya han metabolizado, de ahí que debemos saber tratar a los que llegan para evitar que su revolución pendiente estalle aquí como sucedió en París, por ejemplo».
Pero Juan Martínez esquiva hablar desde la afección del desplazado. Prefiere volcar esas emociones sobre la pintura. Sabe que su camino, por estar fuera, no ha sido fácil. «Pero quizás el haber estado fuera de los circuitos comerciales me ha hecho más libre. He andado por mi camino sin detenerme en las modas», ataja.
En su trabajo hay algo de denuncia, sí, pero también un principio alucinatorio envuelto en esas máscaras de línea clara que ha hecho metáfora de su pintura última. «Lo que hay detrás de ellas es mi rechazo a la vanidad, que es el gran mal contemporáneo», dice. Hay momentos en que estas máscaras suyas se transforman en vanitas; y otros monentos en que son óvalos ciegos y forman parte de todo un enigma.
Respecto al panorama del arte en España, Juan Martínez mantiene una actitud crítica. «Jamás he pedido una exposición, todas las he hecho tal y como entiendo yo que deben realizarse estas cosas porque galeristas o gestores de instituciones culturales y museos están atentos a todo lo que sucede en el arte y buscan a un autor. Pero eso no es así, hay mucho funcionario que se ha instalado y se ha entregado a la pereza».
Él, entretanto, sigue luchando. A vueltas con su pintura, hurgando dentro del ser humano.
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