Cuando en pleno debate estival sobre el eventual derecho de los extranjeros no comunitarios residentes en España a votar en algunas convocatorias electorales, el secretario general de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, planteó que se exigiera a los inmigrantes que acreditaran, como prueba de integración, un mínimo conocimiento del catalán, se convirtió en blanco de críticas justificadas de todas las formaciones políticas. Duran representa a una formación política de centro – derecha y nacionalista que, en otras ocasiones, ya se ha pronunciado en términos similares con respecto al esfuerzo de integración que deben hacer los inmigrantes que llegan a Cataluña.Es tan criticable como legítimo. Al final es el electorado quien decidirá. Sin embargo, los dirigentes del PSC se prodigaron en descalificaciones a Duran, al que llegaron a asimilar con algunas formas de ultraderechismo norteeuropeo. Quien no se manifestó en absoluto fue el candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, José Montilla, que sólo intervino para intentar zanjar el debate minimizando su calado. Ayer, sin embargo, Montilla lanzó un mensaje mucho más tremendista relacionado con el fenómeno de la inmigración y no parece que hiciera distinción alguna entre legal e ilegal.Montilla advirtió que la llegada de inmigrantes pone en peligro el sistema de protección social de los catalanes, un discurso más propio de formaciones temáticas anti – inmigración del estilo de Plataforma per Catalunya que de una fuerza autodenominada de izquierdas y que se declara abanderada de los sectores más débiles de la sociedad. El fondo ideológico de la revolución montillista en el PSC nunca ha estado muy claro. Pero indicios como el de ayer deberían preocupar al electorado socialista.