Belén, Gaza, Badalona
Público, , 22-12-2025En un diálogo que mantuvieron en mayo de 2014, el Papa Francisco y Benjamín Netanyahu discutieron amigablemente sobre el idioma de Jesucristo, si hablaba hebreo o arameo, y acabaron por ponerse de acuerdo en que probablemente ambos, ya que el arameo era su lengua materna y el hebreo la lengua franca que se hablaba en toda la zona, además de usarse en los estudios bíblicos y en las sinagogas. A Netanyahu le interesaba subrayar que Jesucristo había nacido y vivido en el actual Israel, una reivindicación turística que no tiene mucho que ver con esa política racista y genocida que está convirtiendo Gaza en un cementerio. Poco importa si Jesucristo hablaba arameo, hebreo o chino cuando lo que dijo se ha olvidado en todos los idiomas del mundo: una lección de vida que nos enseña que hay que amar al prójimo, desprenderse de los bienes materiales y poner la otra mejilla.
En vísperas de la próxima Nochebuena, el hipócrita simulacro de felicidad y buenos sentimientos vuelve a campar por el mundo disfrazado de gula y despilfarro, mientras el auténtico mensaje evangélico se diluye entre matanzas, guerras y toda clase de preparativos bélicos. En Europa, orgullosa depositaria del legado cristiano, nuestros líderes nos dicen que quizá haya llegado el momento de sacrificar a nuestros hijos para que la maquinaria capitalista siga funcionando a toda máquina. Lo que demuestra que, veinte siglos después, seguimos adorando a Mammón y a Moloch, no a Jesucristo. Y en la misma tierra donde predicó sus enseñanzas, el ejército israelí está masacrando inocentes a una escala que hubiese asombrado al mismo rey Herodes.
Qué ironía terrorífica que mientras medio mundo celebra la Navidad montando un belén casero, adornando el salón con figuritas que simbolizan a la Virgen, José y el Niño, dos milenios después, a unos pocos kilómetros del epicentro del cristianismo, cientos de miles de familias agonizan en un espantoso holocausto a mayor gloria de Israel, un holocausto concebido y planificado para matar de hambre a tantos palestinos como sea posible. Qué vergüenza histórica que los descendientes directos de quienes murieron impotentes y famélicos en Auschwitz o en Treblinka, aplaudan ahora esta nueva edición del genocidio con un Herodes corrupto y borracho de poder al frente. Para más inri (que era el lema en latín grabado en la cruz del Gólgota: Jesús de Nazaret, rey de los judíos), los herederos ideológicos de aquellos carniceros nazis son los mismos que felicitan a Netanyahu por su eficacia en la matanza.
No deja de sorprenderme que quienes más presumen de cristianos, más van a misa y más fuerte se golpean el pecho, sean también quienes infringen más alegremente todas las enseñanzas de Jesucristo. El pasado miércoles, casi medio centenar de personas fueron desalojadas de un instituto abandonado en Badalona por orden del alcalde, Xavier García Albiol. En una interpretación muy sui generis de las fiestas navideñas, un montón de furgones de policía arrojaron a una muchedumbre de migrantes muertos de hambre y frío a la puta calle, bajo la excusa de que el ayuntamiento no puede hacerse cargo de los errores del gobierno central, que deja entrar a gente sin ningún control y luego los abandona a su suerte. Un error institucional corregido mediante un horror municipal, agravado por la percepción xenófoba de que los migrantes esta vez no eran ucranianos rubios de ojos azules sino mayormente africanos: moros y negros. Anticristo es la única palabra que se me ocurre para describir esto. En cuanto a la bestia homicida de Netanyahu, no hace falta que se ponga a estudiar el catecismo para comprender la atrocidad que está cometiendo. Le bastaría con repasar los diez mandamientos del Éxodo, aunque bastaría con el sexto: No matarás.
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