Nos une más el hambre que los ismos

Las manifestaciones de Canarias Tiene un Límite no fueron solo una protesta contra un modelo turístico depredador

El País, Saúl Alberola, 15-12-2025

Canarias necesita más que nunca un frente amplio, diverso, que ponga freno al proyecto de las derechas que ya gobiernan. Lo que está ocurriendo en nuestras islas no es una hipótesis de futuro, es presente: privatización progresiva de lo público, desmantelamiento del sistema de cuidados, crisis habitacional sin respuesta, salarios que no alcanzan y una clase trabajadora cada vez más empobrecida. ¿De verdad alguien cree que podemos afrontar esta realidad solos y divididos?

No se trata de negar las diferencias políticas, estratégicas o identitarias. Se trata de tener claro que esas diferencias no pesan más que las necesidades reales de la gente. La unidad no es una panacea, ni un fin en sí mismo, pero sí es una herramienta que amplía el campo de lo posible. La unidad no lo resuelve todo, pero sin unidad es mucho menos lo que se puede intentar.

Hace más de una década, Julio Anguita ya anunció el camino con su propuesta del Frente Cívico: un bloque popular que fuera más allá de las siglas, que sumara a quienes luchan en los barrios, en los sindicatos, en los movimientos sociales, en la defensa del territorio. Una idea sencilla y radical al mismo tiempo: que la política no pertenece solo a los partidos, pertenece al pueblo organizado.

Más recientemente, Gabriel Rufián puso palabras a una certeza que cada vez comparte más gente: si gobierna la derecha ultra con la ultraderecha, el objetivo no serán solo quienes se identifiquen con el independentismo, federalismo, soberanismo o municipalismo. El objetivo será cualquiera que defienda derechos, servicios públicos, igualdad y democracia. Las derechas no distinguen entre ismos cuando atacan. Solo distinguen entre quienes obedecen y quienes estorban.

En Canarias ya no hablamos de hipótesis. Hablamos de hechos. Vox ha entrado en las instituciones con la complicidad directa de Coalición Canaria y del Partido Popular. Arona y Granadilla son solo dos ejemplos claros de cómo se normaliza a la extrema derecha cuando conviene sumar mayorías, aunque eso suponga blanquear políticas clasistas, racistas y machistas que atentan contra la dignidad de nuestro pueblo. Se negocian concejalías como si se negociaran parcelas, sin pensar en lo que eso significa para las personas migrantes, para las mujeres, para la juventud, para quienes viven en la precariedad.

Frente a eso, el pueblo canario ha demostrado algo fundamental: que está muy por encima de ese odio y de ese retroceso. Las manifestaciones de Canarias Tiene un Límite no fueron solo una protesta contra un modelo turístico depredador. Fueron también una expresión de dignidad colectiva, un grito a favor del territorio, de la vivienda, del trabajo digno, del derecho a quedarse. Miles de personas en la calle diciendo, sin siglas por delante, que así no se puede seguir.

Y aquí está la clave: la unidad es condición necesaria, pero no suficiente. No basta con sumar siglas si no se es capaz de acordar un programa de mínimos que recoja las demandas reales de la gente. Un programa que diga claramente que la vivienda es un derecho y no un negocio; que el territorio no se vende; que los servicios públicos se blindan; que la migración se aborda con derechos y no con racismo institucional; que la igualdad no se negocia; que la justicia social no es un adorno de campaña…

No es el momento de hablar de unidad en abstracto. Es el momento de construirla desde abajo, con contenido, con coherencia y con compromiso. Tejiendo alianzas, encontrándonos, aceptando que no hace falta pensar igual en todo para caminar en la misma dirección. Lo que hace falta es honestidad política, generosidad organizativa y lealtad a este pueblo.

Porque, seamos sinceros, nadie va a venir a rescatarnos. Ni Madrid, ni Bruselas, ni los mercados. Tampoco debemos esperar por ello. Solo un bloque sociopolítico amplio, transformador y con los pies firmemente plantados en esta tierra podrá garantizar un futuro digno para las mayorías. Y ese bloque no puede limitarse a la contienda electoral, pero tampoco puede vivir de espaldas a ella. Fingir que lo electoral no importa es regalar el poder a quienes ya lo están usando contra nosotros y nosotras.

Nos une más el hambre que los ismos. Más el miedo a perder la casa que las discusiones sobre siglas. Más la precariedad que la pureza. Los partidos son una herramienta, no un fin. Lo primero es el pueblo. Nuestro pueblo. Y esa sí que es una bandera digna de defender.

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