Esto dice la Iglesia Católica española sobre Sílvia Orriols: "No vale con decir que es de extrema derecha"
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, opina sobre inmigración y la líder de Aliança
La Razón, , 15-12-2025La Iglesia católica no es un actor político ni una ideología más en el debate público. Antes de que existieran las categorías modernas de izquierda y derecha, el liberalismo, el socialismo o el nacionalismo, la Iglesia ya formulaba un cuerpo coherente de enseñanzas morales y sociales que hoy se conocen como su Magisterio. Este Magisterio es la autoridad doctrinal con la que la Iglesia interpreta el Evangelio y lo aplica a las grandes cuestiones humanas —la dignidad de la persona, el trabajo, la justicia social, la economía, la política, la familia o la convivencia entre pueblos— con vocación de permanencia histórica.
A lo largo de los siglos, el Magisterio ha defendido principios que no encajan limpiamente en los marcos ideológicos contemporáneos. Por un lado, ha criticado el libre mercado absoluto, ha subrayado la función social de la propiedad, ha defendido el derecho a un trabajo digno, un salario justo y la primacía de la persona sobre el capital, lo que le ha valido afinidades parciales con planteamientos tradicionalmente asociados a la izquierda. Pero, al mismo tiempo, ha defendido pilares como la familia, la protección de la propiedad privada, el valor de la comunidad política, el deber de amar a la patria, la continuidad cultural de los pueblos, elementos que suelen vincularse a la derecha. Del mismo modo, la Iglesia, a través de sus encíclicas y su Magisterio, ha condenado tanto al marxismo como al libre mercado absoluto.
En este sentido, la Iglesia distingue claramente entre fines y medios. En materias sociales y económicas —el ámbito propio de la Doctrina Social— el Magisterio define principios y objetivos irrenunciables (la dignidad humana, el bien común, la subsidiariedad o la solidaridad), pero deja un amplio margen de discernimiento prudencial sobre los medios concretos para alcanzarlos, que pueden variar según contextos, países y momentos históricos.
Inmigración: fronteras, dignidad y responsabilidad
Esta lógica se refleja con especial claridad en la cuestión migratoria. El Magisterio de la Iglesia sostiene que cada patria tiene derecho a proteger sus fronteras y a conservar su identidad, y reconoce explícitamente la legitimidad del Estado para regular los flujos migratorios. No existe, por tanto, una defensa del “todo vale” ni de la ausencia de control.
Ahora bien, ese mismo Magisterio afirma que toda persona posee una dignidad radical e innegociable. Por ello, cuando una persona se encuentra en situación de necesidad en un país extranjero —huye de la guerra, la persecución o la miseria— existe un deber moral de acogerla, protegerla y ayudarla a integrarse. Esa acogida, subraya la Iglesia, no es unilateral ni ingenua: la persona migrante tiene deberes y responsabilidades hacia la comunidad que la recibe, debe respetar sus leyes y contribuir al bien común.
Además, la Iglesia insiste en un principio frecuentemente olvidado: el derecho a no tener que emigrar. Combatir las causas de la migración en origen —las guerras, la explotación económica, las mafias y el tráfico de seres humanos— es una obligación moral prioritaria.
Las palabras de José Luis Argüello
En este marco doctrinal se inscriben las recientes declaraciones de José Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), realizadas a título individual y no como posicionamiento oficial de la Iglesia, en una entrevista en La Vanguardia.
Ahora bien, ese mismo Magisterio afirma que toda persona posee una dignidad radical e innegociable. Por ello, cuando una persona se encuentra en situación de necesidad en un país extranjero —huye de la guerra, la persecución o la miseria— existe un deber moral de acogerla, protegerla y ayudarla a integrarse. Esa acogida, subraya la Iglesia, no es unilateral ni ingenua: la persona migrante tiene deberes y responsabilidades hacia la comunidad que la recibe, debe respetar sus leyes y contribuir al bien común.
Además, la Iglesia insiste en un principio frecuentemente olvidado: el derecho a no tener que emigrar. Combatir las causas de la migración en origen —las guerras, la explotación económica, las mafias y el tráfico de seres humanos— es una obligación moral prioritaria.
Las palabras de José Luis Argüello
En este marco doctrinal se inscriben las recientes declaraciones de José Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), realizadas a título individual y no como posicionamiento oficial de la Iglesia, en una entrevista en La Vanguardia.
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