La fuerza de las personas vulneradas, que no vulnerables
La Fundació Roure lleva más de 30 años al servicio de los ciudadanos de Sant Pere, Santa Catarina i la Ribera en Barcelona
La Vanguardia, , 14-12-2025El barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera es uno de los barrios históricos del corazón de Barcelona. Perteneciente al distrito de Ciutat Vella, está marcado por su estructura medieval y su pasado industrial. Esta herencia milenaria explica que hoy sea una zona castigada por la presencia de casas antiguas – muchas de las cuales sin servicios básicos para personas con dificultades físicas – y por un elevado índice de sobreenvejecimiento de la población.
Es por esto que ante esta precariedad, en 1992, nació la Fundació Roure. Desde entonces, esta institución busca tapar los huecos a los que las administraciones públicas no pueden llegar. Los voluntarios son el principal motor de fuerza de la fundación. Con el paso del tiempo, ha ido pasando por varios episodios; no fue hasta el 2011 que se constituyó, primero, como asociación, cuando llevaban 19 años en funcionamiento, y, en febrero de 2014, pasó a ser oficialmente una fundación.
Pero esta laboriosa tarea no podría haber salido adelante si no fuese por la entrega de Llum Delàs, una monja de la congregación del Sagrado Corazón que preside la Fundació Roure. Aún así, cabe destacar que la estructura de la Fundació Roure es algo peculiar; no es la dirección quién está por encima de sus trabajadores y voluntarios, sino más bien es al revés. Delàs la define como una fundación entregada a la gente que lo necesita, pero que no ayuda a quien no quiere que le ayuden. “No, no, no, tienen que volar solos”, recalca Llum Delàs.
Para hacer frente a la precariedad cotidiana, la Fundació Roure ha tejido una red de apoyo que se despliega por todo el barrio. Oficinas de atención, un comedor social, duchas, tiendas solidarias, un centro de día y una lavandería solidaria conforman algunos de los puntos físicos donde la entidad se hace presente, todos dentro de este barrio. Pero si hay una necesidad que atraviesa todas las historias personales que llegan a la fundación, esa es la vivienda. “Vivienda, vivienda, vivienda, vivienda”, repite Delàs, que remarca este como el problema principal del barrio.
De esta manera, la presidenta cuenta que en el barrio hay familias que sobreviven en “infraviviendas” o incluso habitaciones donde conviven hasta doce personas.“Un alquiler cuesta el sueldo de una persona”, denuncia Delàs. Así se explica que el 38% de quienes acuden a su supermercado solidario son familias con un miembro trabajando, pero que prefieren “pagar el alquiler y sobrevivir”, aún sabiendo que les faltarán alimentos en sus despensas, antes que quedarse en la calle.
La precariedad de la vivienda convive, además, con un clima de tensión en las calles. Es así que no es extraño ir paseando por el barrio y encontrarse con agentes de la Guàrdia Urbana o de los Mossos d’Esquadra patrullando; la operación que cerró 10 narcopisos a principios de noviembre ha llevado a que varios agentes del orden frecuenten los callejones del barrio. Aún así, Llum Delàs no niega que esta es una realidad del barrio, pero afirma que es una realidad paralela. “Quién quiera delinquir que lo haga, aquí no le vamos a ayudar. Eso no te da un futuro”, asume Delàs.
Precisamente la delincuencia es uno de los motivos que hacen que la asociación gane aún más fuerza dentro del barrio. “Las personas que vienen a que las ayudemos son personas vulneradas, no vulnerables”, subraya Delàs. “¿Qué hacemos con toda esta gente que tiene ganas de trabajar?”, se pregunta indignada la presidenta y continúa diciendo que una parte de sus voluntarios son extranjeros que “tienen ganas de trabajar y no les dejan”. Así pues, señala al arraigo social – la figura jurídica prevista dentro de la Ley de Extranjería que exige que los inmigrantes pasen dos años de cotidianidad en España para poder pedir permiso de residencia y trabajo – y dice que la realidad social es otra y que se les necesita en cuanto antes: “estamos necesitando gente en la construcción, en la hostelería, en el cuidado de personas, por ejemplo.” Es por este motivo que Delàs resalta que sus voluntarios son personas que “la sociedad ha vulnerado” y que la Fundació Roure supone un punto de partida “para el inicio de un nuevo futuro”.
La presidenta reconoce que la fundación es deficitaria; sin embargo, gracias a los motores económicos creados por ellos mismos junto con el apoyo de compañías privadas y sus donaciones, no solo monetarias sino también logísticas, la entidad logra crecer año tras año. La lavandería solidaria de la Fundació Roure es uno de sus motores económicos. Gracias a su actividad, la institución consigue obtener recursos económicos que hacen que otras acciones, como por ejemplo supermercado solidario – donde además de aprovisionar se preserva la intimidad de las personas que van, de tal manera que se cierran las puertas y se organiza un calendario de recogida para que las personas puedan ir libremente sin sentirse expuestas – , pueda llenar de alimentos sus estanterías quincenalmente.
Desde la Fundació Roure son plenamente conscientes de que su labor altruista solo es posible gracias a la entrega de sus colaboradores, al apoyo de empresas privadas y al trabajo de las entidades públicas. Tal es la cooperación de lo público con la fundación que en algunos casos los servicios sociales derivan a personas para que puedan recibir atención. Sin ir más lejos, la Fundació Roure ofrece un servicio de segunda oportunidad para aquellos presos por cargos menores que quieren evitar su entrada en prisión. A través de servicios a la comunidad, Delàs destaca que parte de esta gente consigue “reconducir su situación y ganarse un mejor porvenir”.
De este modo, la fundación ha logrado tener un impacto real en el barrio. “Todos en el barrio nos conocen”, afirma Delàs con una sonrisa, y asegura que, de una manera u otra, siempre existe colaboración entre los comercios locales y la fundación. Por ejemplo, hace unos años, una cafetería de la zona regalaba merienda cada viernes a los colaboradores de la fundación; esta era su particular manera de agradecer la labor de los voluntarios. Con todo esto, la Fundació Roure se ha convertido en un engranaje indispensable para que el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera sea un lugar mejor.
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