Estudiar entre rejas como una vía para sentirse libre

Más de 2.100 reclusos se forman en los CEPA de las prisiones madrileñas. Más de la mitad cursan enseñanzas básicas

La Razón, Rocío Ruiz, 11-12-2025

Moussa, un joven africano condenado por tráfico de personas, llegó a la prisión de Alcalá de Henares sin saber leer ni escribir. «Empezó de cero. Primero aprendió a hablar español, luego a leer y escribir. Después obtuvo los títulos de Primaria, Secundaria y Bachillerato… y ahora estudia un grado en la UNED», relata

Patricia Domínguez Alcón, docente del CEPA José Hierro

, el centro educativo con el que cuenta la prisión de Alcalá – Meco.

Es uno de esos casos de éxito que desmontan una de las ideas más extendidas fuera de los muros de la prisión: el rechazo social a que los reclusos estudien. «Eso de que estén en la cárcel y encima tengan derecho a formarse hay gente que no lo ve bien».

Pero Patricia Domínguez, que lleva años observando vidas rotas intentando recomponerse, defiende que la cárcel puede ser una auténtica vía de integración.

«Los centros penitenciarios en España son centros de reinserción y tratamiento. Muchas veces la causa del delito es que no encontraron otra salida». Por eso sostiene que «nuestra escuela forma parte del sistema de tratamiento. La función es reinsertar a los internos cuando salgan».

El entorno, admite, no ayuda. Alcalá – Meco fue durante años una prisión de máxima seguridad. «Era un espacio pensado para encerrar, no para tratar. Nuestras aulas son antiguos pasillos por los que entraban los GEO en caso de revueltas.

Son espacios tristes, de cemento, grises, fríos y muy calurosos según la época

». Aun así, el equipo del CEPA ha trabajado para suavizar esa arquitectura hostil.

«Intentamos que entiendan que no están en la cárcel, sino en una escuela de adultos como las que hay fuera. La única diferencia es que, en vez de ir ellos a la escuela, la escuela va a ellos».

La mayoría llega con una historia previa de fracaso escolar. «Muchos nunca estudiaron.

Nuestro perfil es, sobre todo, gente que abandonó: gitanos, por ejemplo, o jóvenes expulsados varias veces del sistema

». Según datos de la Consejería de Educación, Ciencia y Universidades, de los 2.169 internos matriculados en los CEPA de las prisiones madrileñas, 1.142 cursan Enseñanzas Iniciales (equivalentes a Primaria), 459 estudian la ESO, 245 asisten a clases de Español para Extranjeros y más de 300 participan en formaciones específicas como acceso a la universidad, inglés, informática o Aula Mentor.

En Alcalá – Meco, en concreto, de los 730 internos, entre 250 y 280 pasan cada año por sus aulas. «Atendemos casi al 50% de la prisión»

, detalla Domínguez.

El proceso educativo comienza con una entrevista. «Cuando llega un interno, pasa unos días en el módulo de ingresos. Allí le ven el trabajador social, el educador… y después vamos nosotros. Lo primero es preguntarle por su formación, dónde estudió y hasta cuándo. Intentamos recuperar su última titulación o acreditar su nivel. A partir de ahí le explicamos cuál sería su trayectoria ideal durante la condena.

Después formalizamos la matrícula en los estudios correspondientes», explica. Es una escuela que acoge a todos independientemente del delito cometido, desde faltas menores hasta homicidios, porque para muchos la formación es la oportunidad de rehacer su vida al salir. «Muchos eran absentistas. Dejaron el sistema y, a los 24 o 25 años, vuelven a estudiar». Otros simplemente descubren el valor del conocimiento. «No solo es cultura o acceso al trabajo. El conocimiento abre la mente».

Derecho o Trabajo Social

Resulta llamativo que varios internos

se sienten atraídos por disciplinas relacionadas con su experiencia delictiva o judicial. Muchos estudian Criminalística, Derecho o Trabajo Social.

«Aprenden mucho derecho porque elaboran ellos mismos sus recursos. Y algunos eligen Trabajo Social porque quieren devolver a la sociedad lo que dañaron».

Domínguez subraya que su labor y la de otros profesionales de la educación en prisión no es castigar ni vigilar. «En la cárcel, si no cumples, hay castigo; en la escuela, si no vienes, me defraudas a mí. Trabajamos con personas». De ahí que una de las frases más repetidas sea: «Profe, déjanos quedarnos un rato más, que aquí nos sentimos libres».

Siete escuelas por centro penitenciario

La oferta de enseñanzas básicas que se ofrece en las prisiones se completa con cursos de español para extranjeros que cuentan con 245 alumnos. Además, se ofertan otros estudios como el curso de preparación para la prueba de acceso a la universidad, con 121 alumnos, y para el desarrollo personal y la participación (Inglés, Informática, preparación de pruebas CCSE…), con 202 alumnos, explica Educación. En la actualidad hay siete escuelas en prisiones, una por cada centro penitenciario: Alborada (Navalcarnero), Alonso Quijano (Valdemoro), Ana de Mendoza (Estremera),

Clara Campoamor (Alcalá de Henares), Dulce Chacón (Aranjuez), José Hierro (Alcalá de Henares) y Yucatán (Soto del Real).

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