Sólo la mitad de los inmigrantes que se incorporan al mercado laboral relevan a los nuevos jubilados

En sectores como el comercio, los españoles que se retiran no encuentran relevo para sus negocios ni en los jóvenes autóctonos ni en los extranjeros

El Mundo, Alejandra Olcese, 02-12-2025

Sólo la mitad de los inmigrantes que se incorporan al mercado laboral lo hacen en sectores y ocupaciones en los que se están jubilando trabajadores españoles y para los que hace falta un relevo, mientras que el 50% restante lo hace en nuevas ocupaciones y no suponen una solución para la falta de jóvenes a los que ceder el testigo.

Es una de las conclusiones del Observatorio Trimestral del Mercado Laboral, presentado este lunes por Fedea y BBVA Research, en el que por primera vez se aborda el impacto de la inmigración en los sectores con una población ocupada envejecida y que se enfrentarán en los próximos años a jubilaciones generalizadas. El estudio concluye que sólo la mitad de los inmigrantes suponen un alivio para la necesidad de relevo generacional, un problema que se ve agravado por el hecho de que los jóvenes nativos no se colocan tampoco en esos puestos.

El desajuste es especialmente preocupante en las comunidades autónomas más envejecidas, como el Principado de Asturias, explica Florentino Felgueroso, profesor de Economía de la Universidad de Oviedo e investigador asociado de Fedea, quien señala que allí “no están relevando a los jubilados ni los inmigrantes ni menos aún los jóvenes españoles. Se crean empleos de otro tipo pero no se está sustituyendo a los que se jubilan”.

En esa región, así como en otras del norte de España como Cantabria, Galicia o Castilla y León, donde hay una proporción de población mayor superior a la media del país, se está produciendo un problema de relevo generacional en oficios como el comercio. Los autónomos que tienen su propio negocio o tienda y que ahora están jubilándose o a punto de hacerlo no tienen a quien dejársela. Otra actividad con un problema inminente de trabajadores va a ser el de los profesores universitarios, apunta, donde un 40% de la plantilla tiene más de 55 años y dejará su puesto en la próxima década, y en la que sólo uno de cada diez ocupados son extranjeros, lo que denota una baja penetración de los inmigrantes. Otro ejemplo está en la Iglesia: un 35% de los sacerdotes superan los 55 años, pero al menos el 50% son de otra nacionalidad, lo que facilitará el relevo de quienes se retiren.

Pese a este ejemplo concreto, en términos medios, la inmigración sí está sirviendo para cubrir los puestos que quedan vacantes por jubilación en los niveles de cualificación medios y altos. “Las comunidades autónomas más envejecidas no han conseguido aún compensar las jubilaciones con nuevos entrantes y no lo lograrán si la inmigración no sigue creciendo, excepto en los niveles educativos medios y superiores. La inmigración cualificada está permitiendo que, por ahora, todas las comunidades compensen las pérdidas de empleo neto causadas por las jubilaciones en niveles educativos medios y superiores”, señala Felgueroso.

Aunque en todas ellas se compensan, comunidades como Madrid o Cataluña son las que tienen más colchón para afrontar el envejecimiento de sus trabajadores y, aún así, todas en conjunto necesitarán la llegada de más inmigrantes cualificados antes las necesidades futuras. “En cualificaciones superiores las necesidades irán aumentando progresivamente. En algunas comunidades aún no es suficiente y en un futuro cercano, probablemente en cinco o diez años, veremos que si se mantiene el ritmo actual de educación superior habrá sido insuficiente. En nivel básico, sustituimos ocupaciones de educación básica por otras, pero a nivel superior lo que parece que ahora no es tan necesario en los próximos años, dada la caída del ratio entre jóvenes y mayores con educación superior, se verá insuficiente”, advierte.

En 2024, por primera vez, el número total de inmigrantes en edad de trabajar (16-67 años) supera el de los nativos de 55 a 67 años, es decir, a punto de jubilarse. El motivo está en que esta ola de inmigración, que se inició en 2017, dista mucho de la primera que recibió España entre los años 2000 y 2010.

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En esa primera ola coincidió un “descenso significativo” de la población nativa joven (de entre 16 y 29 años), en la que se producía una pérdida de 224.000 personas al año desde 2002, con un aumento de 84.000 personas al año en la población nativa de 55 a 67 años. Ahora, sin embargo, se ha producido una “ligera recuperación” de la población nativa joven (con 35.000 personas más al año) y se ha acelerado el crecimiento de la nativa próxima a la edad legal de jubilación (101.000 personas por año).

En la primera ola, la población activa inmigrante creció más dónde más lo hizo la nativa, se dio un efecto de complementariedad, mientras que ahora están aumentando más donde menos crece la nativa, es decir, hay una compensación.

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