La mafia de okupas peruanos: de la urbanización de Carabanchel al asalto de un viejo hotel en Parla

La Policía investiga si detrás de las usurpaciones masivas registradas en Madrid está el mismo grupo de individuos

ABC, Aitor Santos Moya, 01-12-2025

El asalto al antiguo hotel NH de Parla estaba perfectamente organizado: en una de las noches más frías del año, un centenar de personas fueron convocadas a través de un grupo de WhatsApp para llevar a cabo la última de las okupaciones masivas registradas en Madrid. Este fenómeno, el de irrumpir en edificios abandonados o deshabitados pero a punto de salir al mercado, ha crecido exponencialmente en los últimos meses, con episodios similares en El Cañaveral (Vicálvaro), Carabanchel o San Blas. Y en cada uno de ellos, existe un nexo en común: mafias que se dedican a usurpar en masa para después meter en los pisos a familias, la mayoría de ellas de origen peruano.

Un ‘modus operandi’ que comienza normalmente de madrugada, cuando los impulsores de este negocio deciden irrumpir en el inmueble seleccionado. En el caso del NH de Parla, la Policía Nacional y la Local tuvieron que acudir a las 3.45 horas del pasado lunes tras saltar en reiteradas ocasiones la alarma. Allí, los agentes se encontraron con cerca de cien personas en plena acción, por lo que no les quedó otra que bloquear las entradas para impedir el acceso en tromba. Una treintena de los congregados, los que habían conseguido entrar, fueron filiados antes de proceder a su desalojo ya por la mañana

«Al percatarnos de que entre los identificados había menores, se tomó la decisión de que pernoctaran esa noche en el interior, sobre todo por las bajas temperaturas», señalan las fuentes consultadas por ABC, después de que esa misma noche los funcionarios detuvieran a un hombre de 44 años, acusado de ser el organizador del allanamiento. Carecía de antecedentes y se le intervinieron diversas herramientas empleadas para la apertura de puertas. Junto a él, también fueron engrilletados un joven de 21 años y una mujer de 19, en ambos casos por un delito de atentado contra la autoridad. Los tres, al igual que el resto de presentes, eran todos de nacionalidad peruana.

Un ‘modus operandi’ que comienza normalmente de madrugada, cuando los impulsores de este negocio deciden irrumpir en el inmueble seleccionado. En el caso del NH de Parla, la Policía Nacional y la Local tuvieron que acudir a las 3.45 horas del pasado lunes tras saltar en reiteradas ocasiones la alarma. Allí, los agentes se encontraron con cerca de cien personas en plena acción, por lo que no les quedó otra que bloquear las entradas para impedir el acceso en tromba. Una treintena de los congregados, los que habían conseguido entrar, fueron filiados antes de proceder a su desalojo ya por la mañana

«Al percatarnos de que entre los identificados había menores, se tomó la decisión de que pernoctaran esa noche en el interior, sobre todo por las bajas temperaturas», señalan las fuentes consultadas por ABC, después de que esa misma noche los funcionarios detuvieran a un hombre de 44 años, acusado de ser el organizador del allanamiento. Carecía de antecedentes y se le intervinieron diversas herramientas empleadas para la apertura de puertas. Junto a él, también fueron engrilletados un joven de 21 años y una mujer de 19, en ambos casos por un delito de atentado contra la autoridad. Los tres, al igual que el resto de presentes, eran todos de nacionalidad peruana.

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Al día siguiente, las Unidades de Intervención Policial (UIP) vaciaron la finca sin incidentes, y arrestaron a siete de los que habían pasado la noche por infracciones de la Ley de Extranjería. Los vecinos del barrio de El Leguario de Parla, aquejados desde hace más de una década por los problemas de inseguridad y convivencia derivados de la okupación de la calle Toledo, 15 (a apenas cien metros del NH), fueron testigos de cómo algunos de los expulsados amenazaban con «volver de manera masiva para intentar reokupar el edificio».

Ahora, la Policía investiga si detrás de este tipo de usurpaciones está el mismo grupo de individuos, los cuales podrían estar cobrando hasta 5.000 euros por cada usurpación. Ya en El Cañaveral, allá por el mes de agosto del año pasado, todos los allanadores, de origen latino y repartidos en hasta doce casas, relataron hechos parecidos: decían haber pagado miles de euros a supuestos arrendatarios que al destaparse la treta habrían desaparecido. Mismo discurso que en la urbanización de Carabanchel (calle Excelente, 6), una promoción recién salida al mercado que a principios de año mantuvo hasta dos meses 28 viviendas okupadas.

Todos aseguraron que eran familias de Perú sin recursos a quienes les habían ofrecido un contrato de hasta 2.500 euros por las llaves de los pisos, mientras hacían cola en un comedor social. Pero lo cierto es que cuando empezaron las presiones y el asunto saltó a los medios, los primeros en marcharse tuvieron que escuchar los gritos de «¡traidores!» de sus hasta entonces compinches. El objetivo estaba claro: aguantar el mayor tiempo posible para que la ‘mediación’ (recibir una compensación económica por abandonar el apartamento) fuera lo más cuantiosa posible.

Los tres cabecillas, una mujer peruana, otro varón de la misma nacionalidad y un paraguayo, en este caso supuesto muñidor de la red, terminaron acusados de los delitos de ocupación, extorsión, defraudación del fluido eléctrico y pertenencia a grupo criminal. En el momento de su detención, cada uno llevaba encima cinco mil euros en efectivo y ya contaban con antecedentes criminales.

Seis meses después de aquello, el mal llamado ‘hotel’ okupa de San Blas (el antiguo Aragón Suites solo llegó a funcionar como una urbanización de apartamentos en alquiler), volvía a estar tomado en su mayoría por peruanos, aunque también había colombianos, dominicanos y españoles. Precisamente, una parte de los que trataron de asaltar el hotel de Parla habían pasado por este desvencijado edificio en el que se vive una guerra soterrada por el control de los maltrechos pisos. Solo así se explica que un salvadoreño de 25 años, que acababa de recibir una paliza a manos de seis jóvenes, desvelara a los agentes la existencia de un capo: el mismo que ordenaba los ataques a todo aquel okupa que se negase a pagar.

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