Las migraciones climáticas tras la Cumbre del Clima

Público, Miguel Pajares, 01-12-2025

Hay una estrecha relación entre la actual movilidad humana y los daños crecientes que provoca el cambio climático. Lo más visible y que mejor conocemos es la movilidad repentina que causan los impactos hidrometeorológicos, tales como los ciclones, las DANA y las correspondientes inundaciones, que están haciéndose cada vez más intensos y destructivos, debido a que está subiendo la temperatura superficial de los océanos y a que la atmósfera, también más caliente, contiene más humedad. El pasado año, 40,8 millones de personas se vieron desplazadas por esas causas, lo que supuso un fuerte incremento respecto a años anteriores, y en el presente año 2025 vamos por el mismo camino.

Pero eso no son migraciones climáticas. Son desplazamientos internos (sin salir del país) que, además, son temporales, ya que la mayor parte de la gente vuelve para reconstruir su hábitat cuando los vientos se han calmado y las aguas se han ido. Según datos del Observatorio de los Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés), de todos los desplazados internos producidos por esas causas en los diez últimos años, solo el 3,7% se mantenían desplazados a finales del 2024.

Las migraciones climáticas son más silenciosas y el conocimiento que tenemos sobre ellas es fragmentado. Tienen más que ver con los impactos climáticos de generación lenta. Aluden a la gente que abandona su hábitat cuando la productividad de los cultivos o los pastos ha bajado drásticamente por el calor, el incremento de las sequías o el cambio de los patrones de las lluvias, o cuando la costa en la que pescaban está desapareciendo, o cuando encontrar agua potable se hace cada vez más difícil. En esas situaciones, la gente va emigrando de forma paulatina (lo que enmascara esta migración como económica), pero ya no lo hace de forma temporal, porque, cuando desaparece el hábitat, no hay donde volver.

Lo que sabemos de estos desplazamientos climáticos es que la mayoría son internos. La gente se va principalmente a las ciudades de su propio país. Pero una parte de ella se va a otros países, y eso es la migración climática. Según los últimos datos de la División de Población de las Naciones Unidas, actualmente hay un incremento migratorio en el mundo de unos seis millones de personas al año (el número de migrantes es mayor, pero, restando los retornos, ese es el resultado). De ellos, la mitad son refugiados huidos de conflictos bélicos o persecuciones (según datos del ACNUR), y la otra mitad es la llamada migración económica, y es ahí donde está oculta la migración climática. O, dicho de otra forma, una parte de lo que conocemos como migración económica está, en realidad, principalmente inducida por causas climáticas.

Al observar los datos migratorios de los países más castigados por la crisis climática, lo que encontramos es que la mayor parte de sus emigrantes se quedan en los países vecinos. Por ejemplo, en África Occidental, podemos fijarnos en dos países que tienen una tasa alta de emigración y que también están entre los más castigados por el clima: Burkina Faso y Mali. Pues bien, lo que vemos es que el 99% de los emigrantes de Burkina Faso y el 86% de los de Mali se han quedado en otros países africanos, principalmente de la misma región. ¿En qué medida esa migración puede considerarse climática? Un amplio estudio realizado por el Mixed Migration Center en países de África Occidental, con entrevistas a más de cinco mil migrantes de la zona, mostró que el 78 % de los encuestados citaba causas climáticas entre los motivos de su emigración y un 21% las citaba como el principal motivo. No hay muchos estudios de esa magnitud, pero los que hay indican que la crisis climática es ya una causa importante de emigración.

Quedarse preferentemente en países vecinos o cercanos es algo que también pasa con las personas que huyen de conflictos bélicos: según el ACNUR, el 69% de los refugiados ha sido acogido por países vecinos, y el 75% vive en países de renta baja o media. La corta distancia es un rasgo de las migraciones forzadas, y las climáticas lo son. Pero, lo que debe ser destacado es que esos migrantes de corta distancia van a países que también sufren intensamente los impactos climáticos. Así, unos países que están siendo muy castigados por la crisis climática son, a su vez, los que están recibiendo los mayores flujos de migraciones climáticas.

Este es, creo, el aspecto más importante relacionado con las migraciones climáticas y que debería tener especial consideración en las cumbres del clima. Hasta ahora, las COP se han ocupado poco de las migraciones climáticas. El asunto aparece débilmente y por primera vez en la COP16, celebrada en Cancún en el 2010, cuando se invita a las partes a “intensificar las acciones de adaptación adoptando medidas para mejorar la comprensión, la coordinación y la cooperación en materia de desplazamiento, migración y reubicación planificada inducidos por el cambio climático”. Ello se repitió en la COP19, celebrada en Varsovia en el 2013, al aprobarse el Mecanismo Internacional de Varsovia para las Pérdidas y los Daños. Después, en la COP21, celebrada en París en el 2015, se creó el Grupo de Trabajo sobre Desplazamientos. En la COP22, celebrada en Marrakech en el 2016, se reafirmó que la movilidad humana debía afrontarse dentro del marco de pérdidas y daños. Y, en la COP28, celebrada en Dubái en el 2023, se aprobó el nuevo Fondo de Pérdidas y Daños que incluía la posibilidad de cubrir los casos de movilidad humana: desplazamientos, reubicaciones y migraciones.

Pero todo ello no pasa de ser menciones al tema que han tenido muy pocos efectos prácticos, y la COP30 que acaba de concluir en Belém no ha supuesto ninguna mejora en este aspecto. En esta COP se ha hablado mucho de los fondos que deben proveer los países ricos para la lucha climática, y particularmente del fondo para la adaptación y del Fondo de Pérdidas y Daños, fondos que deben servir para que los países empobrecidos, que a su vez sufren los mayores impactos climáticos, puedan adaptarse y recibir ayudas por los daños que provocan tales impactos. Y es aquí donde se produce una conexión clara con las migraciones climáticas. De lo que se trata es de tener en cuenta que determinados países de bajos ingresos, muy afectados por la crisis climática, son también los principales receptores de las migraciones climáticas y deben recibir los fondos adecuados para gestionar la acogida de esas migraciones. Lo que debe prevalecer es que adaptarse al cambio climático es también mejorar la capacidad de recepción y acogida de la inmigración que llega por ese motivo.

Así se propone en una declaración sobre la movilidad humana inducida por el cambio climático que suscribimos más de 400 académicos de distintos países, con el fin de que el tema estuviera presente en la COP30, declaración hecha a iniciativa de la brasileña Universidad Católica de Santos y de RESAMA (Red Sudamericana para las Migraciones Ambientales). En ella se urge a los Estados a que reconozcan formalmente las implicaciones humanitarias de la crisis climática, incluidos los desplazamientos y migraciones forzadas; que tengan en cuenta el desplazamiento forzado a la hora de implementar medidas de prevención y adaptación al cambio climático, o de valorar las pérdidas y daños; y que adopten los marcos jurídicos de protección adecuados para la movilidad humana en el actual contexto de crisis climática.

¿Cómo ha acabado este asunto en la COP30? El resultado de esta COP se compone de un acuerdo final y varias decisiones adoptadas aparte. El acuerdo final es, como viene siendo habitual en las COP, decepcionante, sobre todo, porque no se ha hecho mención a la hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles. No menos decepcionante es lo acordado sobre el Fondo para Pérdidas y Daños, ya que no se han incluido directrices para ampliar el dinero de los donantes, o para convertir sus promesas en aportaciones reales, y hasta la fecha las aportaciones han sido ridículas (788 millones de dólares, el 0,2% de las necesidades que se han calculado). Sobre los fondos de adaptación, el acuerdo es triplicarlos para el 2035, pero no se han adoptado medidas concretas que aseguren tal objetivo. Y, por lo que se refiere a los desplazamientos humanos inducidos por el cambio climático, solo puede decirse que no aparecen en los documentos aprobados. Sin embargo, en la COP30 ha habido eventos paralelos en los que las migraciones y desplazamientos climáticos han sido debatidos y el tema está cobrando cada vez mayor atención en los ámbitos de Naciones Unidas.

Por otra parte, Naciones Unidas está inmersa en un proceso para lograr que en el año 2027 se disponga de una Convención sobre la Protección de las Personas en Caso de Desastre (un instrumento jurídicamente vinculante), y ello está muy relacionado con los debates de las COP sobre pérdidas y daños y adaptación. El momento es, en definitiva, propicio para este debate. En los dos próximos años deberá hacerse mucho hincapié en que los desplazamientos de población por motivos climáticos deben ser incluidos como causa de protección, y deberá desarrollarse la idea de que los países receptores de migraciones climáticas, y que a su vez son países empobrecidos y muy castigados por la crisis climática, deben recibir los fondos adecuados para la acogida de esas migraciones. Tanto en el proceso de Naciones Unidas hacia la Convención mencionada, como en las próximas COP, este debería ser un tema que entre con fuerza en los debates.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)