Kepa AulestiaEscritor

«En Euskadi no vivimos aislados de los peligros de la extrema derecha»

Aulestia analiza el resentimiento ultra en su último libro y reconoce que el eje PP-Vox puede suponer un retroceso para la democracia española

Diario Vasco, Alberto Surio, 01-12-2025

Kepa Aulestia (Ondarroa, 1956) analiza en su último libro el resentimiento como motor de combustión del populismo ultra y las causas de la penetración … de ese mensaje extremista en la actual sociedad. Aplicado a España, advierte que «la polarización es el mejor caldo de cultivo de la extrema derecha».

–Una de sus tesis del libro es que hay que saber distinguir que no toda la derecha es ultra. ¿Por qué se produce esta confusión entre derecha populista, derecha tradicional y extrema derecha?

–Hay varios factores. Por un lado, es evidente que a las izquierdas les puede interesar presentar todo el espacio político a su derecha como un bloque homogéneo. Por otro, el PP, tras las elecciones municipales y autonómicas de 2023, necesitó apoyarse en Vox para aprovechar al máximo sus resultados, lo que ha contribuido a esa confusión. Aun así, es cierto que en Europa y también en España hay una derechización general: la agenda verde pierde peso, crece la preocupación por la inmigración y hay una contestación evidente al feminismo, especialmente entre los jóvenes.

– ¿Es esta extrema derecha emergente una amenaza explícita para la democracia liberal?

– Sí, pero también creo que el propio miedo a la extrema derecha está contrayendo la democracia liberal. Hay una reacción que, en nombre de defenderla, termina encogiéndola.

–¿Qué errores ha cometido la izquierda tradicional ante este ascenso?

–El primero, pensar que puede combatir sola a la extrema derecha y que eso la hace moralmente más pura. La izquierda puede defender valores nobles —por ejemplo, la igualdad y la justicia social— pero creer que basta con proclamarlos conduce a errores claros. La superioridad moral es uno de ellos. El segundo, error es la apuesta de la izquierda por enfrentarse cuerpo a cuerpo con la ultraderecha, dándole visibilidad y naturalizándola más de lo que su propia representación justificaría. El debate sobre el cordón sanitario es un ejemplo: se ha usado más como una imprecación, como un emplazamiento de la izquierda a la derecha tradicional que como propuesta estratégica. No ha habido una invitación real de la izquierda en términos generales en España.

–¿Se ha perdido la oportunidad de aplicar un cordón sanitario en España?

– Sí. Y además vemos que tampoco se practica en Europa: en la nueva Comisión Europea es un debate que está superado en la práctica. El auge de la extrema derecha está normalizando esos acuerdos.

–¿Lo visto en la Comunitat valenciana –un acuerdo expreso pero no firmado entre PP y Vox– es un anticipo de lo que viene en la política española?

–Sí, podría serlo. Ya ocurrió en 2023. La política valenciana vuelve a anticipar movimientos que luego se trasladan al conjunto del país rompiendo la posibilidad de ese cordón. La polarización es atendida con excesivo agrado por la propia izquierda. Lo que está ocurriendo en el conjunto de Europa es muy elocuente a este respecto. Y es de temer que se practique mucho menos ante el auge de la extrema derecha en distintos países europeos.

–¿El eje PP – Vox puede convertirse en una amenaza para la democracia española?

–Sí. Esa deriva erosiona la democracia porque alimenta una visión extremadamente polarizada de la política y condena a la izquierda a estrategias estériles.

–Estos días ha aflorado una tesis en cierta izquierda que merece un análisis en este 50 aniversario de la muerte del dictador. «Franco ha muerto, pero el franquismo no». ¿Lo ve así?

–Es una frase muy poco afortunada. Hace el juego a la extrema derecha. El franquismo puede sobrevivir como sombra u obsesión, pero no como realidad política. Lo que sí existe es un resentimiento social y económico que sirve de combustible para los discursos reaccionarios.

–¿Cómo se desactiva ese resentimiento contra la democracia que representa la extrema derecha?

–Desactivando la polarización, que es negativa. Mientras los intereses políticos sigan alimentándola, el problema de fondo persistirá.

–Las redes sociales parecen amplificar todo esto. ¿Son un fenómeno estructural o más coyuntural?

–Sí amplifican el ruido. Intensifican todos los males asociados al debate político: desinformación, tono descalificador, exageración y posverdad. No solo moldean el discurso: generan realidades paralelas que influyen en la percepción social y en la política pública.

–¿Que a muchos jóvenes les diga cada vez menos la palabra ‘democracia’ no es realmente preocupante?

– Sí. No han recibido en su entorno familiar o educativo el relato de que la democracia cuesta y hay que protegerla. Su concepción de la libertad es distinta: puede significar exigir derechos mientras se niegan a otros, o reclamar inmediatez en el acceso a bienes y oportunidades.

–¿El relato de la ultraderecha está contaminando a la agenda política?

–Sí, pero la peor contaminación es la invitación permanente a la polarización. La extrema derecha se alimenta de eso. Hay que defender con rigor el espacio del centro y de la democracia.

–¿Esta ola restauracionista ha venido para quedarse?

–Sí, estaremos un tiempo en este ciclo. Pero no tiene sentido crisparse. Hay que mantener una conciencia histórica más amplia y evitar contribuir a la muerte del centro político.

–¿Euskadi es una excepción dentro de esta ola?

–Euskadi tiene factores que han limitado la penetración de la extrema derecha: la memoria de la violencia y una sociedad más consciente de los riesgos de la radicalización. Pero no vivimos aislados. Debemos ser muy cuidadosos con los valores democráticos.

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