De qué hablan las mujeres negras

El trabajo de las entidades y mujeres africanas (aquellas que nuestro foco es la violencia) parece estar intencionalmente invisibilizado, como si fuera algo de lo que no hay que hablar, como si abriera una brecha en un orden perfectamente diseñado

El Diario, Iliassou Olalla, 25-11-2025

Como sabes, soy una joven de los noventa que no fue criada con el ‘método Montesori’ pero sí que religiosamente creció sabiendo que todos los meses de noviembre eran violeta, porque era el mes del 25N y tocaban en el centro educativo de turno charlas, talleres, proyecciones y otras actividades de sensibilización.

Y, aunque emocionalmente intenso, siempre me ha hecho levantar un ceja. El 25N es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer pero, ¿qué violencia?, ¿qué mujer? El origen es el asesinato de las tres hermanas Mirabal, activistas y militantes, cometido en la República Dominicana por la policía secreta del dictador Leónidas Trujillo el 25 de noviembre de 1960. Es decir, violencia política e institucional. Sin embargo, parece que sólo entendemos cómo violencia la que ocurre única y exclusivamente en el seno de la (ex)pareja, y reconociendo casi dos o tres formas de violencia.

Pero, ¿y qué mujeres? Por ejemplo, situándonos aquí, en España, donde no tenemos datos disgregados racial ni étnicamente pero sí por origen, las cifras son demoledoras: entre 2003 y 2021 de los 1.031 feminicidios que se registraron, el 31,3% de ellos fueron perpetrados contra mujeres migrantes. Es decir, equivale a entre 10 y 11 feminicidios por cada millón de mujeres migrantes residentes en España. En contraste, los feminicidios de mujeres españolas en el mismo período se situaron entre 1,7 y 2 por cada millón de mujeres españolas. Eso implica una sobrerrepresentación, dado que son alrededor del 9,18% de la población total en España, dejando patente que el sistema no las está protegiendo, dado que denuncian en el mismo porcentaje en el que son asesinadas.

Son sistemas que se muestran negligentes, como muestra el informe Análisis de VioGén y EPV-R en relación a su impacto en mujeres migrantes, de AlgoRace, donde se analizan dos sistemas que pueden determinar si una mujer recibe protección o no, y donde las expertas señalan que estos sistemas de denuncia contienen déficits concretos en la atención a mujeres migrantes que se acercan a una comisaría a poner una denuncia por violencia de género.

Las asociaciones africanas Flor de África y Black Power organizaron este mes en Pamplona el Congreso Europeo de prevención y actuación ante las violencias machistas en la población africana y afrodescendiente, un espacio donde expertas y asociaciones africanas y afrodescendientes de Andalucía, Navarra, Girona, Madrid, Bruselas, Lisboa, Londres o París se encontraron y donde reflejaron que da igual de donde vengas porque los problemas son siempre los mismos: violencia institucional, silencios y soledades.

Nosotras no hablamos sólo de violencia en la pareja. Hablamos de ley de extranjería, de frontera; hablamos de colonialismo e imperialismo, de condiciones laborales y derecho a la tierra, y, entre otras muchas otras cosas, hablamos de mutilación genital femenina y de cómo las campañas institucionales y de ONGs alimentan estereotipos racistas sobre la población africana, estigmatizando especialmente a las mujeres de contextos africanos y musulmanes, como señala la socióloga Jenabou Dembaga Susoko

Es alentador ver que no estamos solas, aunque el día a día sea extenuante y no tengamos apenas herramientas con las que actuar ni seamos vistas como malas africanas por el espacio que ocupamos. Sin embargo, recuerdo lo que me dijo M. Bah, de GAMS Belgique, y como ella, siendo fulani, al hablar y ocupar espacios públicos traicionaba el semteende (la modestia), uno de los principios del pulaaku (código de conducta funali). Pero ella se reinvidicaba como buena fulani y reinvidicaba el pulaaku, porque denunciar las violencias machistas y cómo las instituciones y sociedades europeas las ignoran, implicaban ejercer munyal , gacce, hakkiilo, es decir, la perseverancia, la dignidad, la templanza y la reflexión porque esa es “la auténtica fuerza de la moral africana”.

También te digo, aunque parezca desolador el panorama, encontrarnos tantas mujeres negras con diferentes cuerpos, lenguas y manos fue bastante esperanzador porque, aunque no existamos en el radar de nadie, nos sabemos en tantos otros lugares (especialmente periféricos). Porque el trabajo de las entidades y mujeres africanas (aquellas que nuestro foco es la violencia) parece estar intencionalmente invisibilizado, como si fuera algo de lo que no hay que hablar, como si abriera una brecha en un orden perfectamente diseñado.

Como decía la técnica de igualdad y cofundadora de la Asociación de Mujeres Africanas y Afrodescendientes en Canarias, Jainaba Danso Jammeh, “la justicia para las mujeres negras es justicia para todo el mundo. Cuando las más vulnerables son escuchadas y protegidas, toda la comunidad avanza”.

Y es que nosotras no hablamos sólo de violencia en la pareja. Hablamos de ley de extranjería, de frontera; hablamos de colonialismo e imperialismo, de condiciones laborales y derecho a la tierra, y, entre otras muchas otras cosas, hablamos de mutilación genital femenina y de cómo las campañas institucionales y de ONGs alimentan estereotipos racistas sobre la población africana, estigmatizando especialmente a las mujeres de contextos africanos y musulmanes, como señala la socióloga Jenabou Dembaga Susoko.

Por ello, este hablar se recoge en la frase de la gran Audre Lorde: “tu silencio no te protegerá”. Ni a ti, ni a mí, ni a nadie, pero la frase tiene un transfondo superior, que es el del vacío: el vacío de la brecha que generan estas conversaciones pero que se llenan con hibiscos de nuevos caminos, caminos donde no haga falta llorar para ser escuchadas.

Es por ello por lo que las mujeres negras hablen es tan poderoso. Porque son voces que analizan y proponen desde la acción, desde habitaciones comunitarias más que propias, aunque lo que digamos no quiera ser escuchado. Porque la dignidad y el respeto son un verbo, no sólo palabras. De eso hablamos las mujeres negras.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)