Epstein y el antisemitismo fracturan el movimiento MAGA y dejan tocado a Trump

La congresista radical Marjorie Taylor Green dimite tras ser tildada de "traidora", mientras la entrevista de Tucker Carlson al pronazi Nick Fuentes crea una crisis interna inédita

El Mundo, , 24-11-2025

Desde hace d�cadas, la derecha estadounidense se enfrenta a un gran dilema identitario, una reflexi�n casi existencial y recurrente a la hora de formar alianzas. L�on Bourgeois, pol�tico franc�s y padre del solidarismo, acu�� hace un siglo un lema inspirado en la Revoluci�n que ha tenido mucho �xito al otro lado del Atl�ntico: “Pas d’ennemis � gauche”. En Estados Unidos, en 2025, el debate del mundo conservador gira en torno a esa misma m�xima, pero al rev�s: “No enemies to the right” (NETT). “No hay enemigos a la derecha”, una declaraci�n de principios representada hoy por el vicepresidente JD Vance y otros, que aspira a sumar fuerzas en torno a Donald Trump y el movimiento MAGA, con todos sus ap�ndices y afluentes.

En la segunda mitad del siglo XX, el conservadurismo estadounidense se rigi� en gran medida por los l�mites imprecisos marcados por William F. Buckley, el intelectual de referencia y fundador de la revista National Review en 1955. Su tesis, simplificada, era que para volver a ganar y ser dominante tras la era del New Deal y el progresismo, la derecha ten�a que “fusionar” tres escuelas hasta entonces separadas o incluso enfrentadas: el conservadurismo social, una pol�tica exterior anticomunista y agresiva y las tesis liberales en favor del mercado. Una transformaci�n desde “dogmas regionales a un verdadero canon nacional”. La base de la revoluci�n de Ronald Reagan.

Pero seg�n Buckley, no bastaba con incluir, sino que era necesario excluir. Lleno de contradicciones, con simpat�as cambiantes hacia Franco, McCarthy o el apartheid, reneg� formalmente del mencionado lema del Frente Popular galo, diciendo que en su cosmovisi�n no hab�a lugar para “la derecha irresponsable”. Como ha escrito uno de sus bi�grafos, a pesar de los muchos ejemplos en los que el escritor y comentarista flaque� o pas� por alto actitudes extremistas, “Buckley vel� por el movimiento que fund�. Y en lo que �l mismo consider� su mayor logro, lo mantuvo libre, en la medida de lo posible, de extremistas, fan�ticos, chiflados, antisemitas y racistas”, expresamente gente como los miembros de la John Birch Society. Como dijo su revista en su muerte en 2008: “Cre� el conservadurismo moderno como movimiento intelectual y pol�tico, y evit� que se desviara hacia el fanatismo”. Hoy, algunos de los autores marginados por �l por razones y con perfiles completamente diferentes, como Sam Francis o Joseph Sobran, pero tambi�n los liberales Murray Rothbard o Ayn Rand que calific� a la National Review como “la revista m�s peligrosa de Estados Unidos” vuelven a estar muy de moda.

Esa coalici�n fusionada del conservadurismo se mantuvo, razonablemente estable, durante mucho tiempo. Pero a principios del siglo XX, con la victoria de Obama, se mostr� insuficiente. Los progresivos cambios ideol�gicos para ampliar base, como una postura absolutamente proisrael� (Buckley repudi� en p�blico con un n�mero �ntegro de la revista dedicado a Pat Buchanan por tener una ret�rica “que equival�a al antisemitismo”) y la entrega total del movimiento evang�lico, no bastaban. Y ah� aparecieron Trump, el movimiento MAGA y una constelaci�n que une a los herederos del Tea Party, a los “conservadores nacionales”, a los postliberales de Vance, a la derecha m�s dura, a los partidarios de monarqu�as, dictaduras o un Ejecutivo unitario, a los fan�ticos de las conspiraciones m�s incre�bles o los antivacunas, a los tecnogur�s, a los influencers de las redes sociales, etc. Un grupo imposible, con intereses comunes, y un l�der claro, pero que ahora vive el inicio de algo parecido a las guerras civiles MAGA, un todos contra todos azuzado por el antisemitismo, el caso Epstein y las luchas de poder.

El pasado 28 de octubre, Tucker Carlson entrevist� a Nick Fuentes. Carlson es una de los rostros medi�ticos m�s poderosos y controvertidos de Estados Unidos: millonario, ex presentador estrella de la cadena Fox, amigo personal de Donald Trump, gur� medi�tico del universo MAGA y el �nico periodista occidental con acceso directo a Vladimir Putin. Fuentes, un influencer de 27 a�os del nacionalismo blanco, es la figura de moda entre la derecha radical estadounidense. Racista, antisemita, apologeta de Hitler (o de Stalin, como dijo en esa entrevista), negador del Holocausto, machista, tr�nsfobo. Un integrista religioso, pol�tico y social, que se volvi� viral el d�a de las elecciones presidenciales, en noviembre de 2024, cuando escribi�: “Tu cuerpo, mi decisi�n. Para siempre”, una burla del feminismo, del derecho a decidir y el aborto tras la vuelta de Trump al poder.

El v�deo de la charla entre ambos tiene 6,5 millones de visitas y ha copado peri�dicos y tertulias. Fuentes es algo parecido a un outsider, un radical que insulta, humilla, cruel, con una base de seguidores enorme y creciente, casi toda de hombres blancos y j�venes, conocidos como Groypers. Las principales plataformas sociales lo han expulsado por su contenido, pero Elon Musk le devolvi� el acceso a X. Ahora hace directos cuatro o cinco d�as por semana en Rumble, participa en todo tipo de podcast, como los del conspiranoico Alex Jones, y tuitea a sus fieles 1,1 millones en esa red bajo el lema: “Am�rica primero. Cristo Rey”. Programas en los que no s�lo azuza y arremete contra los enemigos imaginables, sino tambi�n y especialmente contra los, en teor�a, aliados. Gente como Ben Shapiro o el difunto Charlie Kirk, por blandos o acomplejados.

Pero, al mismo tiempo, Fuentes no es un cr�o en casa con un ordenador. Tiene acceso a gente importante del Partido y al entorno del presidente. En 2022 visit� a Trump en Mar-a-Lago, su residencia de Florida, junto a su inesperado amigo, el rapero y furibundo antisemita, Kanye West. Fuentes es referencia para muchos j�venes republicanos, dentro y fuera del Congreso y la Casa Blanca. Alguien que ha cogido el testigo de figuras igual de pol�micas y racistas, como uno de los influencers trumpistas en su primer mandato, Milo Yiannopoulos. Y al que Carlson blanque� durante m�s de dos horas de charla, en lo que algunos analistas ven una autorizaci�n impl�cita de Trump, una forma de dar sello de aprobaci�n a un contenido hasta ahora proscrito, pero necesario para las pr�ximas batallas culturales y entre los j�venes, tras el hueco dejado por Kirk tras su asesinato.

El mundo conservador est� en pie de guerra desde entonces. Conservadores contra populistas, sionistas cristianos contra cr�ticos de Israel, racistas contra establishment: una ruptura que muestra las costuras de un partido que pensaba que la figura de su l�der basta para contener a los extremistas y que ahora no sabe c�mo encauzar la situaci�n. El ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, hoy embajador en Israel y cristiano sionista, o senadores como Ted Cruz, Mitch McConnell y Lindsey Graham, columnistas y congresistas, han puesto la voz en el cielo. Ben Shapiro, con 30 millones de seguidores en redes sociales, llam� a Carlson “cobarde intelectual” y “el mayor difusor de ideas viles en Estados Unidos”.

Trump (“No s� mucho de Fuentes, pero si quiere entrevistarlo, que lo haga, la gente tiene que decidir por s� misma”) y Vance (al que Fuentes califica de “traidor a la raza” por estar casado con una mujer de origen indio) se han puesto de perfil, igual que hicieron d�as antes cuando Politico revel� que j�venes republicanos, algunos de ellos con cargos pol�ticos, en el Ejecutivo varias ramas del Legislativo, ten�an un grupo de mensajer�a en el que hablaban sobre c�maras de gas, Hitler y violaciones grupales. Alguno de ellos ten�a hasta esv�sticas en su despacho, pero el vicepresidente le quit� importancia: “Chistes est�pidos de cr�os”.

Pero otros, como Kevin Roberts, presidente de la influyente Heritage Foundation, considerada “el cerebro del movimiento conservador”, se han puesto de parte de Carlson, “un amigo cercano” que se opone a la “cultura de la cancelaci�n”. Profesores, investigadores y patrocinadores han dejado el think tank como protesta, en la primera herida seria al movimiento en mucho tiempo. Roberts tuvo que enviar varios comunicados para condenar a Fuentes de forma m�s directa, pero tambi�n por haber usado buena parte del lenguaje favorito de los extremistas, como las expresiones “coalici�n venenosa” y “clase globalista”, jurando que no era consciente de sus connotaciones antisemitas. Su jefe de gabinete, Ryan Neuhaus, obligado a dimitir por el esc�ndalo, lleva desde entonces difundiendo en las redes sociales contenido que reivindica que los conservadores no ten�an que haber cancelado a Pat Buchanan o autores abiertamente racistas, como John Derbyshire y el mencionado Sam Francis. Una de ellas era una foto de Buchanan con un rev�lver y la frase: “Poco a poco se demostrar� su legitimidad”.

Pero la cuesti�n antisemita no es ni mucho menos la �nica crisis abierta en el universo MAGA. Ni, quiz�s, la m�s profunda. El viernes por la noche, la congresista Marjorie Taylor Greene anunci� que el 5 enero dejar� el cargo. La decisi�n llega tras semanas, meses, de progresivo distanciamiento con las pol�ticas y el estilo del presidente, en casi todos los aspectos. Taylor Greene es una figura cuyo peso es dif�cil de entender fuera de Estados Unidos. Era la representante MAGA por excelencia, una fiel absoluta del presidente, una creyente a ciegas en la conspiraci�n de QAnon y en todas las que fueran apareciendo. Una cr�tica salvaje de la inmigraci�n o de cualquiera que osara ir en contra del partido y el l�der. Hasta que dej� de serlo.

Desencantada por el papel de Trump en el caso Epstein, la guerra de Gaza y la polic�a hacia Israel, tuvo una ca�da del caballo. Pidi� disculpas por su rol divisivo y su “ret�rica t�xica”. Critic� a los republicanos por el cierre del Gobierno y al presidente. Y este se hart�. Hace unos d�as empez� a llamarla Marjorie Traitor Greene, una “traidora” que hab�a “perdido la cabeza”. Tras las cr�ticas llegaron los ataques, el odio, las amenazas. Y la congresista que m�s hab�a azuzado a las masas empez� a sentir en su piel el precio de ir contra el l�der. D�as despu�s, consciente de que no iba a soportar la presi�n, y de que no pod�a ganar unas primarias con Trump en contra, se hizo a un lado.

La guerra est� abierta en todas direcciones. Taylor Greene contra Laura Loomer, una figura estramb�tica. Una orgullosa islam�foba autoproclamada periodista, y amiga y consejera de Trump, que mueve fichas en la Casa Blanca y logra que se despida a funcionarios de Seguridad Nacional casi por capricho. Una adicta a las redes sociales donde ataca, insulta, amenaza sin parar en todas direcciones, que se ha autonombrado la maltratadora de enemigos del presidente. “Soy un profeta de la fatalidad cuyas advertencias de desastre son criticadas e ignoradas”, dice de s� misma. Loomer est� en guerra permanente. Por ejemplo, contra el ex consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y decenas de otros cargos.

Hay much�simo m�s. Las bases del movimiento, creyentes de conspiraciones, millones de ellos, han estallado contra el director del FBI, Kash Patel, y su n�mero dos, a los que ven como traidores y vendidos al Estado profundo por no usar su posici�n para desvelar la verdad. Est� el influencer Jack Posobiec (que cree que Franco y Pinochet son ejemplos a seguir para MAGA y habla de “genocidio blanco” y mete gui�os nazis en sus tuits) y su odio a la fiscal general Pam Bondi por la gesti�n de los papeles de Epstein.

Steve Bannon, enemigo mortal de Elon Musk y de los tecnogur�s. Y ambos, Posobiec y Bannon, en una campa�a contra el embajador de Estados Unidos en Israel. Nick Fuentes contra Vance, avisando de que har� lo posible por hundir sus aspiraciones presidenciales. Todos (incluyendo a Turning Point, la organizaci�n creada por el asesinado Charlie Kirk) contra Candace Owens, la mujer denunciada por Emmanuel Macron por decir que su esposa es en realidad un hombre. Y Owens contra Bill Ackman, el inversor millonario convertido en trumpista que intent� con millones de d�lares, suyos y de amigos, que Zohran Mamdani ganara la Alcald�a de Nueva York. O el congresista ca�do en desgracia Thomas Massie, uno de los pocos republicanos que insisti� en la necesidad de transparencia absoluta con los papeles del financiero ped�filo, convertido ahora en enemigo n�mero uno de la Casa Blanca.

El caso Epstein “ha roto MAGA”, avisa Taylor Greene. Un da�o autoinfligido y casi imposible de digerir, como se ha visto, por las bases. El da�o es grande, ha reconocido Steve Bannon. Pero hay m�s catalizadores y s�ntomas. El hundimiento de la Heritage Foundation, ancla conservadora y republicana. El bombardeo de Ir�n o el alineamiento con Israel han enfadado a los partidarios del aislacionismo y el America First. La ayuda a Argentina ha enfurecido a granjeros. Y las palabras de Trump diciendo que hace falta traer “talento extranjero” porque en Estados Unidos no lo hay han ofendido a los nacionalistas como Bannon, que exigen expulsiones masivas y cerrar la frontera, tambi�n a los cient�ficos y �lites que ven�an con visas especiales. “Todo el mundo hablaba de lo flagrante que era la corrupci�n. Es de niveles que se leen en los libros de historia”, denunci� hace unos d�as Mike Cernovich, el te�rico de la conspiraci�n del Pizzagate e influencer MAGA, tras una visita a Washington. Las grietas han salido todas de golpe y a s�lo un a�o de las pr�ximas legislativas.

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